viernes, 12 de septiembre de 2014

Cataluña y la manipulación naci-onalista

El nacionalismo catalán ha puesto a sus 'centinelas' por todos los hogares

El Pujolato no necesitará que sus secuaces infundan temor en ningún Innervillgraten

Vie 12·9·2014 · 6:59h 1
Lo que veis en esta foto de Wolfgang Faber es un bello pueblecito del Tirol austriaco conocido como Innervillgraten. Sus habitantes -no llegan a mil- viven sobre todo de la agricultura, y en invierno todo el verde que veis queda cubierto por un manto blanco de nieve, pues el pueblo está a 1.400 metros sobre el nivel del mar. Es una localidad aparentemente sin ningún interés más allá del paisajístico… a menos que conozcas un poco su pasado.
El idioma como pretexto identitario para obtener más poder
Innervillgraten pasó a ocupar un lugar destacado en los libros de historia el 10 de abril de 1938. Casi un mes antes la Alemania nazi había invadido Austria y se la había anexionado, apelando a un principio del que hoy siguen echando mano no pocos desaprensivos y totalitarios: el llamado derecho de autodeterminación de los pueblos, responsable de muchos desastres en la vieja Europa durante el último siglo. Junto a la conocida invocación a la raza, la excusa más importante que los nazis usaron para invocar el derecho de autodeterminación fue el idioma. Como en los Sudetes checos se hablaba alemán, se los anexionaron. Y como en Austria se hablaba alemán, pues lo mismo. Los únicos que se libraron de esa fiebre germanófona fueron los suizos, que desafían de forma admirable esa patraña decimonónica y simplona según la cual una nación es lo mismo que un pueblo con un solo idioma (en Suiza tienen cuatro).
Austria: un referéndum lleno de trampas y con una papeleta amañada
Pero volvamos a la citada fecha. Ese 10 de abril se llevó a cabo en Austria una farsa de referéndum para ratificar la anexión. El referéndum se había preparado previamente con detenciones masivas de socialdemócratas y de comunistas. Los judíos, que ya estaban sufriendo la furia antisemita de los nazis, tampoco pudieron participar en él. En total, se negó la posibilidad de votar a 400.000 austriacos (el 10% de la población), de ellos 192.000 judíos. No fue posible hacer campaña a favor del “no” en el referéndum. Pero incluso así los nazis tenían miedo de perder, así que añadieron otra trampa más que fue hacer una papeleta en la que la opción del “sí” estaba marcada en grande, con una casilla pequeña para el “no”:

Pero Hitler no se conformó con todas estas trampas. Los nazis enviaron destacamentos de las SS a los colegios electorales. Los votantes tuvieron que rellenar su papeleta ante esa banda de gánsters uniformados, para luego entregársela a ellos, que la introducían en las urnas. Como cabía esperar en estas condiciones, un 99,73% de los austriacos votaron a favor de la anexión. En todos los pueblos de Austria el “sí” ganó por abrumadora mayoría. En todos menos en Innervillgraten. Este pueblo, tal vez por su remota situación geográfica, fue el único al que las autoridades nazis no enviaron ningún destacamento de las SS para controlar las votaciones. Disponiendo de mucha más libertad que sus compatriotas a la hora de votar, un 95% de sus habitantes votaron contra la anexión, dejando en evidencia a aquel referéndum-farsa.
Otra consulta-farsa con una papeleta trucada, esta vez en Cataluña
Me he acordado mucho de Innervillgraten desde que Artur Mas lanzó su órdago separatista con el nada disimulado propósito de tapar los escándalos de corrupción que afectan a su gobierno, o más propiamente habría que decir a su régimen, que se merece ser llamado “Pujolato” por ser Jordi Pujol quien consolidó el abusivo poder que ostenta la Generalidad sobre la sociedad catalana. Como en el caso austriaco, Artur Mas considera que el hecho de que Cataluña tenga una lengua vernácula -aunque el español es la lengua materna de más de la mitad de los catalanes- la convierte en una nación. Las coincidencias no se quedan ahí: en la consulta ilegal de Mas la papeleta también tiene trampa, pues consta de dos preguntas hechas de tal forma que se lo pondrá fácil a los ciudadanos que contesten a ambas con un “sí”, y anulará a los que contesten a las dos con un “no”. Adolf habría disfrutado con un asesor como Artur.
Los trucos del nacionalismo para moldear el censo a su gusto
Obviamente, hay notables diferencias entre el caso austriaco y el catalán. Para empezar, en Cataluña no ha habido ninguna invasión y no se ha expulsado a cientos de miles de ciudadanos del censo. Antes bien, la Generalidad quiere que los inmigrantes con permiso de residencia tengan derecho a votar en su consulta ilegal, lo cual redondea la violación del principio de soberanía nacional consagrado por la Constitución, pues el gobierno catalán no sólo nos niega al resto de los españoles el derecho a decidir sobre nuestro país -Cataluña es parte de España-, sino que le regala ese derecho a gente que ni siquiera es titular de esa soberanía por no ser ciudadanos españoles. A esto hay que añadir que desde hace más de 30 años los sucesivos gobiernos nacionalistas han estado creando las condiciones para generar un auténtico éxodo de todos aquellos que no se ajustan a los cánones separatistas. El recurso más miserable ha sido el uso de la enseñanza como herramienta de adoctrinamiento nacionalista y de sustitución de la lengua materna de los alumnos hispanohablantes, mediante la inmersión en el catalán. Y es que Cataluña es un caso único en Europa: a la mayoría de la población se le niega el derecho a escolarizar a sus hijos en su lengua materna. Los pocos padres que se han atrevido a plantar cara a la Generalidad se han visto empujados a un interminable calvario judicial que ha acabado, repetidas veces, con el gobierno catalán negándose a cumplir sentencias firmes que le obligan a respetar los derechos lingüísticos de los ciudadanos. Una situación como ésta es lo más próximo que se puede vivir a una dictadura en un territorio que se dice teóricamente democrático.
Un enorme aparato de propaganda al servicio de las tesis separatistas
Pero por si no le basta con el dominio absoluto de la enseñanza, el lavado de cerebros se completa con una descarada manipulación en los medios públicos, que ha escandalizado incluso a medios extranjeros. Se da la circunstancia, además, de que Cataluña es la comunidad española que cuenta con más canales públicos de televisión y radio propiedad del gobierno autonómico: TV3 tiene seis canales y Catalunya Ràdio cuatro. Este enorme aparato de propaganda cuesta 293 millones de euros al año (mas de 48.000 millones de pesetas, según cifras de 2014), pagados por todos los contribuyentes pero al servicio en exclusiva del nacionalismo catalán y de sus patrañas ideológicas. Para comprarse la obediencia de los medios privados la Generalidad otorga subvenciones millonarias que llegan a casi 300 periódicos, radios y televisiones. Estamos ante un gasto del todo injustificable e inmoral en un país que atraviesa una grave crisis económica, pero más aún si tenemos en cuenta que la Generalidad se retrasa una y otra vez en el pago de sus deudas con las farmacias y acumula impagos a residencias de ancianos y discapacitados (que se ven en serios apuros para mantener sus servicios).
¿Sabes cuáles son los “centinelas” del nacionalismo catalán en tu hogar?
Si Artur Mas consigue llevar a cabo su consulta ilegal -vista la actitud pusilánime del Gobierno de Rajoy, mucho me temo que acabará consiguiéndolo-, a la Generalidad no le hará falta enviar a sus secuaces a ningún pueblecito catalán que pueda emular a Innervillgraten. El nacionalismo se ha pasado más de 30 años asegurándose de tener centinelas en todos los hogares. Los tiene en los hijos a los que adoctrina en el odio y la exclusión en las escuelas. Los tiene en cada televisión y radio que sintoniza los medios de propaganda del régimen nacionalista. Los tiene allí donde hay catalanes que leen a diario los medios privados que siguen obedientemente las consignas nacionalistas del gobierno que les subvenciona con el dinero de todos los catalanes. Todo ello ha sido posible, en gran medida, porque los gobiernos españoles han otorgado cada vez más poder a quien lo ha estado utilizando para atizar el odio a España. Han acabado engordando a un monstruo que ahora se dedica a chulearnos a todos los españoles usando a una parte de nosotros, los catalanes, como rehenes. Cuando un déspota actúa por la vía de los hechos consumados, saltándose los principios jurídicos más básicos en la creencia de que puede hacer lo que le dé la gana para incrementar su poder -y siempre porque gobernantes cobardes se lo permiten-, pasan cosas como la anexión de Austria y el desafío del separatismo catalán. Ya sabemos cómo acabó el primer caso. Me pregunto si nuestra acomplejada, errática y desnortada clase política sólo se decidirá a actuar en el segundo cuando ya sea demasiado tarde.

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