jueves, 17 de octubre de 2013

El exceso de información desinforma

Por razones ajenas a mi voluntad, el mes de agosto he vivido de espaldas a la actualidad. Durante 30 días, no he visto ni un solo telediario y he regresado de vacaciones bastante desinformada de lo que ocurre en el mundo. Y sin embargo, aunque al principio me he sentido como un bicho raro, debo reconocer que ahora me invade un gran alivio. A una amiga le confesaba que desde que no estoy enganchada a las noticias los días me parecen más largos, me cunden más y estoy más relajada. Durante años he sido una adicta de los informativos y los canales de información 24 horas. Desayunaba leyendo la prensa y por las noches solía escuchar alguna tertulia política en la radio antes de acostarme. Pero últimamente he descubierto que este bombardeo constante de imágenes y noticias no me sirve para nada. Quizás es mi cerebro, que ya no es capaz de absorber semejante impacto informativo, o que el abuso de noticias es realmente tóxico y el único modo de protegernos sería vivir en la más absoluta inopia.

Mientras pensaba en ello, ha caído en mis manos un interesante artículo publicado por Rolf Dobelli, empresario suizo y autor del superventas “El arte de pensar”.
En él desarrolla la idea de que la acumulación de noticias que nos llegan a diario a través de los medios de comunicación –incluido internet– perjudica la salud. Según su opinión, el consumo informativo hace que nos volvamos más temerosos y agresivos, y disminuye la creatividad y la capacidad de reflexión. Las noticias, aunque pueda parecer que nos mantienen informados, nos llenan el cerebro de hechos que carecen de utilidad práctica o teórica para nuestras vidas, que se escapan de nuestro ámbito de acción y que, a menudo, no nos conciernen en absoluto. “De entre las 10.000 noticias que haya leído o escuchado en los últimos 12 meses, cite una que le haya ayudado a tomar una decisión más acertada con relación a su vida privada o profesional”, apunta Dobelli. Al contrario, las noticias de sucesos y catástrofes que cada día ocupan mayor espacio en los telediarios –todo por ganar audiencia– lo único que consiguen es hacernos sentir mal, frustrados por no poder hacer nada desde nuestras cómodas butacas.

Pero hay más peligros, al menos para este escritor y pensador de éxito. Recientes estudios científicos demuestran que cuanta más información consumimos, mayor es el número de circuitos neuronales dedicados a las tareas superficiales y menor es el número de los que se encargan de las reflexiones profundas. La mayoría de los consumidores de información, incluidos los que eran ávidos lectores, pierden la memoria y la capacidad de concentración. Para reflexionar, necesitamos tiempo y, sobre todo, que no nos interrumpan. Las noticias que emiten los telediarios están especialmente diseñadas para interrumpir, cambian de tema y de titulares en cuestión de segundos y es imposible retenerlas en la memoria. 
El que haya decidido no ver los telediarios no significa que no me interese la actualidad. Soy periodista y necesito estar al día, pero me he vuelto más selectiva. Creo que puedo entender mucho mejor el mundo en el que vivo leyendo buenos artículos de investigación, libros o viendo algunos de los magníficos documentales que emiten en televisión a altas horas de la madrugada. Quizás a partir de ahora ganaré en calidad de vida, seré más creativa e incluso escribiré mejores
libros.
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