miércoles, 29 de mayo de 2013

La verdad sobre el comunismo

EDURNE URIARTE
Enésimo ejemplo de la anomalía democrática es lo que está ocurriendo con los acosos comunistas a los políticos del Partido Popular
APRENDEMOS a aceptar con la edad que hay cosas que no podremos cambiar en nuestra generación, transformaciones a las que no asistiremos, aunque tengamos la suerte de vivir tres o cuatro décadas más. Otra cosa es que tampoco perdamos el ánimo de denunciarlas, aunque sepamos, yo lo sé, que moriremos siendo minoría. Y así es, así será, con la denuncia del comunismo, una ideología totalitaria y unos regímenes asesinos que, sin embargo, siguen gozando de una increíble impunidad intelectual en las sociedades libres. En contraste con el nazismo y el fascismo, ambos rechazados sin paliativos por la izquierda y por la derecha, el totalitarismo comunista no sólo es reivindicado con un descarado orgullo por la izquierda, sino que la propia derecha colabora en el engaño histórico de que el comunismo habría sido, seguiría siendo, una ideología menos rechazable que el nazismo o el fascismo.
Enésimo ejemplo de la anomalía democrática y ética anterior es lo que está ocurriendo con los acosos comunistas a los políticos del PP. La izquierda, por supuesto, apoya los acosos. La izquierda socialista lo hace con algunos matices, pero los justifica llamándolos «escraches» que es una forma de legitimar la agresión y la violencia, no sólo eliminando el nombre, tampoco es lo mismo lucha armada que asesinato, sino criminalizando a los perseguidos, con eso de que los objetivos de los «escraches» argentinos eran los criminales de la dictadura, ergo, estos objetivos de la derecha española serían también otros criminales. Al estilo de Ada Colau, que los llama así desde el mismísimo Congreso de Diputados.

Y, por supuesto, la izquierda comunista no sólo los apoya, sino que los organiza y los protagoniza, o los lidera desde las mismas instituciones, como la consejera comunista de la Junta de Andalucía que llama al acoso a la derecha desde su sillón de la Consejería. Y aquí llega lo del buen comunismo porque ni la propia derecha se atreve a llamar a esta campaña violenta con su apelativo ideológico correcto. Resulta que esto que hacen los comunistas españoles sería «fascismo» o «igual que el nazismo», como si el único extremismo violento y las únicas ideologías totalitarias estuvieran en la extrema derecha. Como si el comunismo no hubiera existido jamás o hubiera sido esa maravillosa utopía a la que siguen cantando los comunistas.
Son excepciones artículos como el de Luis Ventoso el sábado en este periódico llamando a esto con su nombre, «Festival neocomunista». La mayoría de la propia derecha sigue con lo del fascismo, confirmando que estamos donde estábamos, en lo que Jean-François Revel llamó hace bastante La grande parade (2000) sobre la supervivencia de la utopía socialista.
Y mucho me temo que volveré a citar de nuevo a Revel, que aquello de que «los negacionistas nazis no son más que un puñado. Los negacionistas procomunistas son legión» seguirá mucho tiempo vigente, que el comunismo será salvado una y otra vez hasta por la propia derecha. Y su violencia actual será traspasada conceptualmente a la extrema derecha. Resulta que los violentos de Ada Colau son fascistas, dice la propia derecha. Pues no, son comunistas, y la derecha no podrá combatirlos si no empieza por identificarlos ideológicamente.
 abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20130416&idn=151168253197