Rellené una bolsa de tazas desparejadas, mantelitos demodé y collares, (qué acumulación, qué verguenza de caprichos de mercadillo, entrelazados como un muñón de pecados, un puñado de antojos sin apenas estrenar). Total, está tirado de precio. Misma aseveración que solemos exclamar frente a las rebajas...¡Qué imbéciles!, si a lo mejor, ¡a lo peor!, el próximo año ya no estamos aqui para estrenar esas sandalias monísimas que al -70% se transforman en tentación irresistible. Con la misma rapidez con la que un niño se traga un sugus conseguí deshacerme de imprescindibles que euro más euro sumarán sopa caliente y abrigo para los que viven en la calle. La segunda bolsa igual.
Con la tercera empezaron los arraigos. Ese candelabro no deja de ser bonito, lo meto, lo saco, lo dejo en la montaña dudosa. Se fueron las incertidumbres y acabé haciendo dos viajes con el coche desbordado de objetos que solo sirven para sacar el polvo, para acariciar recuerdos o para darnos cuenta de que aún nos sobra demasiado. Esos objetos que inundan nuestras vidas privilegiadas a pesar de los recortes y que suelen triplicar las necesidades reales. ¿Para qué otra mantita para ver la tele?...siempre se acaba enrrollada en la más vieja por suave y por su agradable tacto desgastado. Me excusé con algún objeto que me habían regalado con cariño, le pedí perdón y lo metí en el maletero no sin cierta culpabilidad. Una sensación de poner los cuernos a esa persona que lo había comprado pensando en mi. Acabé en el coche cantando a dúo con Alejandro Sanz su último éxito: la música no se toca. Lo que améis en el tiempo siempre quedará. Quedará cuando no estemos, quedará cuando no estéis..quedará la música cuando no haya a quién amar. Apreté el off de la radioCd, escupió el disco y obedecí al artista. Luce en una mesa coja de parroquia junto a varias inutilidades de personas que también han llevado sus imperfecciones a vender. Vi también objetos patéticos que hasta el contenedor de no recicables hubiera vomitado. Son esos fariseos de hoy en día que barren la mierda a la casa del vecino. Engañan, se mienten a sí mismo y aún así duermen tranquilos con su falso lavado de imagen. No sólo los políticos son los culpables de todo.
La música no se toca, lo mejor de la vida no se toca. El amor tampoco, aunque en la mirada transparente del curita creí abrazarlo. Tenía tacto suave, envolvente y sincero.
No se toca, se siente. El sentir no tiene precio; ni es ganga ni objeto de deseo, es plenitud que invade cada poro del corazón. Pasaréis, pasarán los tiempos...ya lo veréis, pasarán los imperios, las guerras, los besos y donde mires...la música no se toca.
Marta http://heperdidomisgafas.blogspot.com.es/2012/11/la-musica-no-se-toca.html?