Avanzar hacia atrás y sentirse felices, por Miguel Antonio Espino (ante los proyectos de ‘salud sexual’ en Panamá)
Miguel A. Espino Perigault es periodista y profesor de la Universidad de Panamá.
En breve tiempo serán presentados en la asamblea de diputados de Panamá, (única cámara) sendos proyectos de ley facilitando la esterilización y de salud sexual y reporoductiva. Esta última fue engavetada por falta de votos en la legislatura pasada, pero sus activistas insistirán en su presentación nuevamente. El comentario reclama a los grupos de derechos humanos su silencio ante el aborto y otras violaciones de los derechos humanos.
Hay un dicho popular que se refiere a los supuestos avances que hace la persona o la sociedad política en dirección al bienestar y la felicidad posibles; pero caminando hacia atrás. Un caminar que, según el lenguaje popular, es como el del cangrejo.
Los tiempos que vivimos son engañosos porque, en medio de extraordinarios avances en los campos de las ciencias y la tecnología, la humanidad muestra señales de enfermedad, desorientación y signos de retroceso moral abismales, que no se quieren reconocer.
Basta referirnos a los derechos humanos, un tema cerca de la opinión pública y de los problemas cotidianos. Quienes se presentan como adalides de los mismos no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de que caminan hacia atrás, como el cangrejo. No darse cuenta denota, por lo menos, ignorancia y falta de espíritu crítico, defectos fatales en un dirigente político o de la sociedad civil.
Sin entrar en muchas consideraciones, basta preguntarse ¿por qué los movimientos de derechos humanos, que se ocupan de loables objetivos relacionados con el bienestar negado a las personas, ignoran el más importe de los derechos, que es el de la vida? Es el caso del aborto y de la eutanasia y la esterilización, los cual se definen como modernos derechos humanos, siendo el primero un asesinato, el segundo un suicidio asistido y el tercero la privación de la vida humana, ejemplos, todos, de egoísmo supremo. El suicidio y el asesinato de niños indeseados, en general, eran prácticas comunes en las antiguas civilizaciones paganas, incluidas Grecia y Roma. Y eso que no tomamos en cuenta los sacrificios humanos de los hoy añorados “pueblos originarios”. ¿En dónde está el progreso de estos movimientos modernistas que nos encaminan hacia atrás miles de años?
¿Cómo nos hablan de avances los defensores del aborto y otras aberraciones que desprecian la vida humana por nacer e irrespetan, además, el desarrollo normal de niños y adolescentes en el seno de una familia basada en el matrimonio de un hombre y una mujer? Todos estos aportes del cristianismo son despreciados como prácticas “retrógradas” por los agentes de la Cultura de la Muerte. Sin embargo, pretenden lanzarnos al pasado con prácticas que son la vergüenza de la inteligencia humana.
Estas consideraciones vienen a pelo porque los activistas de la Cultura de la Muerte ya nos tienen preparado un paquete nocivo a la moral y a las buenas costumbres enraizadas en la cultura cristiana. Se trata de proyectos de reformas constitucionales, con notables cambios retrógrados; leyes relacionadas con la familia, la salud sexual y reproductiva y la esterilización de hombres y mujeres. Esta amenaza es universal y se ha llevado a cabo e instrumentado en casi todos los países del tercer mundo para reducir la población y corromper las costumbres cristianas sobre la sexualidad y la familia tradicional fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer como célula básica de la sociedad; una institución anterior e independiente del estado y del gobierno. En este contubernio nocivo para la cultura cristiana participan movimientos políticos que se proclaman revolucionarios y antiimperialistas; pero no identifican cuál es el imperio a combatir y apoyan cambios hacia atrás.
Mediante leyes de Salud Sexual y Reproductiva, activistas políticos de los derechos humanos “progresistas” pretenden eliminar toda restricción ética y moral al ejercicio del sexo, desde la infancia. Como este objetivo es inaceptable para cualquiera madre o padre normales y en cualquier comunidad de cultura tradicional, los documentos y el discurso utilizan el engañoso lenguaje de género, con el cual confieren interpretaciones caprichosas a los documentos que utilizan y a los de las Naciones Unidas, en donde activistas de esa ideología participan como agentes del nuevo imperialismo de género.
Y digo esto porque, quienes se preocupan por conservar y fortalecer la verdadera civilización y la cultura de la vida deben levantar un muro cívico y moral de contención para evitar que los agentes al servicio del mal no se salgan con la suya y nos arrojen al paganismo. Los políticos y dirigentes de la sociedad civil tienen la urgente tarea de evitar ese mal que amenaza a la nación. Panamá espera mucho de ellos, una vez más.
http://blogs.hazteoir.org/opinion/2012/04/09/avanzar-hacia-atras-y-sentirse-felices-por-miguel-antonio-espino-ante-los-proyectos-de-salud-sexual-en-panama/
En breve tiempo serán presentados en la asamblea de diputados de Panamá, (única cámara) sendos proyectos de ley facilitando la esterilización y de salud sexual y reporoductiva. Esta última fue engavetada por falta de votos en la legislatura pasada, pero sus activistas insistirán en su presentación nuevamente. El comentario reclama a los grupos de derechos humanos su silencio ante el aborto y otras violaciones de los derechos humanos.
Hay un dicho popular que se refiere a los supuestos avances que hace la persona o la sociedad política en dirección al bienestar y la felicidad posibles; pero caminando hacia atrás. Un caminar que, según el lenguaje popular, es como el del cangrejo.
Los tiempos que vivimos son engañosos porque, en medio de extraordinarios avances en los campos de las ciencias y la tecnología, la humanidad muestra señales de enfermedad, desorientación y signos de retroceso moral abismales, que no se quieren reconocer.
Basta referirnos a los derechos humanos, un tema cerca de la opinión pública y de los problemas cotidianos. Quienes se presentan como adalides de los mismos no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de que caminan hacia atrás, como el cangrejo. No darse cuenta denota, por lo menos, ignorancia y falta de espíritu crítico, defectos fatales en un dirigente político o de la sociedad civil.
Sin entrar en muchas consideraciones, basta preguntarse ¿por qué los movimientos de derechos humanos, que se ocupan de loables objetivos relacionados con el bienestar negado a las personas, ignoran el más importe de los derechos, que es el de la vida? Es el caso del aborto y de la eutanasia y la esterilización, los cual se definen como modernos derechos humanos, siendo el primero un asesinato, el segundo un suicidio asistido y el tercero la privación de la vida humana, ejemplos, todos, de egoísmo supremo. El suicidio y el asesinato de niños indeseados, en general, eran prácticas comunes en las antiguas civilizaciones paganas, incluidas Grecia y Roma. Y eso que no tomamos en cuenta los sacrificios humanos de los hoy añorados “pueblos originarios”. ¿En dónde está el progreso de estos movimientos modernistas que nos encaminan hacia atrás miles de años?
¿Cómo nos hablan de avances los defensores del aborto y otras aberraciones que desprecian la vida humana por nacer e irrespetan, además, el desarrollo normal de niños y adolescentes en el seno de una familia basada en el matrimonio de un hombre y una mujer? Todos estos aportes del cristianismo son despreciados como prácticas “retrógradas” por los agentes de la Cultura de la Muerte. Sin embargo, pretenden lanzarnos al pasado con prácticas que son la vergüenza de la inteligencia humana.
Estas consideraciones vienen a pelo porque los activistas de la Cultura de la Muerte ya nos tienen preparado un paquete nocivo a la moral y a las buenas costumbres enraizadas en la cultura cristiana. Se trata de proyectos de reformas constitucionales, con notables cambios retrógrados; leyes relacionadas con la familia, la salud sexual y reproductiva y la esterilización de hombres y mujeres. Esta amenaza es universal y se ha llevado a cabo e instrumentado en casi todos los países del tercer mundo para reducir la población y corromper las costumbres cristianas sobre la sexualidad y la familia tradicional fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer como célula básica de la sociedad; una institución anterior e independiente del estado y del gobierno. En este contubernio nocivo para la cultura cristiana participan movimientos políticos que se proclaman revolucionarios y antiimperialistas; pero no identifican cuál es el imperio a combatir y apoyan cambios hacia atrás.
Mediante leyes de Salud Sexual y Reproductiva, activistas políticos de los derechos humanos “progresistas” pretenden eliminar toda restricción ética y moral al ejercicio del sexo, desde la infancia. Como este objetivo es inaceptable para cualquiera madre o padre normales y en cualquier comunidad de cultura tradicional, los documentos y el discurso utilizan el engañoso lenguaje de género, con el cual confieren interpretaciones caprichosas a los documentos que utilizan y a los de las Naciones Unidas, en donde activistas de esa ideología participan como agentes del nuevo imperialismo de género.
Y digo esto porque, quienes se preocupan por conservar y fortalecer la verdadera civilización y la cultura de la vida deben levantar un muro cívico y moral de contención para evitar que los agentes al servicio del mal no se salgan con la suya y nos arrojen al paganismo. Los políticos y dirigentes de la sociedad civil tienen la urgente tarea de evitar ese mal que amenaza a la nación. Panamá espera mucho de ellos, una vez más.
http://blogs.hazteoir.org/opinion/2012/04/09/avanzar-hacia-atras-y-sentirse-felices-por-miguel-antonio-espino-ante-los-proyectos-de-salud-sexual-en-panama/