Cómo el control poblacional perjudica la seguridad nacional
REDACCIÓN HO / C-FAM, Por Tom McFeely.- Durante décadas, un principio básico del grupo especializado en controlar la población internacional ha sido que el descenso en la tasa de fertilidad generará un orden internacional más estable. Pero de acuerdo con un impresionante panel de eruditos que han contribuido con el nuevo libro, este escenario de aparente “paz geriátrica” es indefendible.
El Descenso Poblacional y la Restauración de Políticas de Gran Poder es una colección de nueve ensayos de investigación, publicado por Potomac Books y editado por la vicepresidente senior de C-FAM , Susan Yoshihara, y el miembro senior de C-FAM, Douglas Sylva. En el prefacio del libro, el demógrafo y economista politico Nicholas Eberstadt, elogia su contribución en el abordaje de las “profundas y ,hasta ahora, indescifrables preguntas ” asociadas con el descenso poblacional y la política internacional.
El supuesto imperante de que países relativamente antiguos están predispuestos a la paz, no se puede justificar históricamente, como plantea “El Descenso Poblacional y la Restauración de Políticas de Gran Poder”. En el último siglo regímenes relativamente antiguos como la Alemania nazi y Serbia en los 90 se distinguían por su agresión contra países vecinos más jóvenes, y la Atenas democrática de la historia clásica reaccionó al shock demográfico de una devastadora plaga, iniciando una serie de costosas e imprudentes acciones militares.
“El Descenso Poblacional y la Restauración de Políticas de Gran Poder” comienza con tres capítulos, escritos por Phillip Longman, James R. Holmes y Francis Sempa, que exponen un marco analítico para evaluar la interacción entre el descenso geopolítico y el demográfico.
El resto del libro está dedicado a estudio de casos de seis actores globales clave: Rusia, Europa y Japón, que están luchando contra índices de fertilidad por debajo del nivel normal, los crecientes poderes asiáticos de China y India, cuyos futuros serán diferenciados por perfiles demográficos notablemente diferentes; y los Estados Unidos de Norteamérica, cuya “singularidad demográfica” lo convierte en el único gran poder desarrollado en resistir la despoblación.
En Rusia, los nacimientos se redujeron en un asombroso 50% durante el periodo 1987-1999. Murray Feshbach analiza los efectos de esta devastación de bebés en un contexto de reclutamiento militar. Agravado por el extendido incidente del VIH y la tuberculosis, la severa escasez de jóvenes sanos en el país “llevará a una situación más débil en la sociedad rusa, incluyendo a la milicia, que la dimensión económica hubiera presagiado”, predice Feshbach.
Japón ha buscado mejorar su propio desafío demográfico sustituyendo sus armas de alta tecnología para soldados. En el proceso, “las capacidades de defensa mínimas que Japón debería conservar como una nación independiente ya se han perdido”, según un general japonés. Estas limitaciones podrían también limitar a Japón a contribuir efectivamente con alianzas militares regionales. De ser así, Toshi Yoshihara advierte en su análisis estratégico que “esto podría añadir una enorme volatilidad a las alianzas políticas y disparar dinámicas competitivas de gran poder a nivel regional que podrían sin embargo, tener repercusiones globales”.
Enfrentada con limitaciones demográficas similares, Europa está buscando ejercer el “poder suave” (en oposición al “poder insensible”) a través de su dominación de instituciones multilaterales, y también en la elevada y continua inmigración. Es completamente desconocido si el enfoque multilateral va a ser efectivo, observa Douglas Sylva, mientras los niveles de fertilidad de Europa son tan bajos que se va a requerir una afluencia de inmigrantes mucho más elevada de la que el continente puede hospedar.
Sylva sugiere a quienes estén encargados de formular políticas que consideren un acercamiento radicalmente diferente, de tratar de aventajar sus propias mujeres nativas aspirantes a una familia, para incrementar los niveles de nacimiento. Escribe Sylva, “Al hacer esto, por supuesto, se forzaría a Europa a abandonar algunos de sus más apreciados principios de feminismo y multiculturalismo, un paso del que existe poca evidencia de que los gobiernos europeos estén preparados a tomar, a pesar de sus consecuencias geopolíticas”
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