La Iglesia no tiene una obsesión
24 octubre 2011
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Cuando los pastores de la
Iglesia orientan a sus
feligreses y contribuyen al
debate público con sus directrices de no votar a partido que presente medidas en favor del
aborto, no lo hacen como un proyecto de trasmigración
in aeternum de una
teoría obsesiva. Es sencillamente que cada vez quedan menos voces
entusiastas por el hombre. Y la Iglesia, que no quiere perderse esta
aventura desde su principio, tiene ganas de
no enmudecer.
Como todos andamos inmersos en un ataque de
apoplejía individualista, creemos que el
disfrute personal debe ser exclusivo: el
trabajo me lo quedo y sólo yo le saco réditos; la
calle es mía y la ocupo como mi parcela de fin de semana; mi
vida es mía y me la guardo para mis asuntos. Apostamos por la
saturación de experiencias como definición de vida colmada, y los demás estorban en todo esto. Es como guardar cola para ver el
estreno de una película, siempre incomoda que otros se nos hayan adelantado. Nadie nos dice que el corazón ha de
romperse como el cristal de
Murano para llegar a entenderlo.
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En la versión que
Garci hizo de “
La herida luminosa” de
José María de Sagarra, la joven
religiosa le dice a su padre no creyente: “
nunca he visto a nadie tan cerca de Dios como tú, papá, por esa ayuda permanente a los enfermos”. A la hija le conmueve que su padre ande en la brecha de regalar vida, de que los demás sean su ocupación,
un bien sagrado. Por eso, no es baladí la
pregunta sobre la vida, y su plasmación en
proyectos de ley, a los políticos que nos representan. En definitiva, si han pensado tomarse en serio al hombre. Eso fue lo que hizo el director de los servicios informativos de la
COPE,
Juan Pablo Colmenarejo, el pasado lunes a
Mariano Rajoy: “¿
está en su programa la propuesta de derogar la ley del aborto?”. Tenía razón el arzobispo de
La Plata,
Héctor Aguer, antes de las elecciones argentinas del pasado fin de semana, cuando señalaba que el
aborto “
no se ventila en los programas políticos porque puede determinar una división en la opinión que perjudique las chances electorales”. Menos mal que el
socialista Hermes Binner, dejó entrever en algunas entrevistas que no estaba a favor de legalizar el aborto, “
ya que, como médico, me veo moralmente obligado a apoyar la vida”.
La Iglesia pretende eso mismo, un
debate en profundidad sobre un elemento pre-político en el que la ideología no cuente, ya que es asunto de supervivencia de la
civilización.
Javier Alonso Sandoica