lunes, 19 de septiembre de 2011
El amor líquido 1
Me dedico especialmente a los problemas matrimoniales que llegan hasta la sala del Tribunal Eclesiástico en donde ejerzo de Juez. Cada caso un historia lamentable de falta de entendimiento, decisiones inmaduras, incapacidades para asumir los derechos y obligaciones propios del matrimonio, infidelidades, adicciones diversas (internet, juegos, drogas, etc.), errores que se cometen o que son inducidos dolosamente… Siempre ha habido crisis matrimoniales, pero lo que caracteriza al hombre y a la mujer de nuestro tiempo es la poca disposición para afrontar los problemas y buscarles solución, si las tiene. A la más mínima se rompe el lazo que les une, se falta a la palabra dada, se buscan soluciones drásticas sin pensar en el dolor que provocan. Ese el fruto de una cultura, o de un pensamiento, que podemos llamar líquida, porque se filtra por las rendijas y se escapa.
Traigo al Blog un trabajo de Francesc Torralba Roselló que considero de interés. Hay que leerlo despacio y reflexionar sobre el fondo de la cuestión que se plantea.
Ya no decimos ´hasta que la muerte nos separe´, sino apenas un ´veremos cómo funciona´
Seguimos a Zygmunt Bauman y su teoría del amor líquido. Según el analista cultural, el matrimonio, tal y como se contempla en la tradición occidental, es una institución demasiado densa para sobrevivir en la modernidad líquida.
La mentalidad del hombre postmoderno es incompatible con la decisión que conlleva la vida conyugal, pero también con cualquier otra que suponga el ejercicio de una opción fundamental y un trabajo de renuncia infinita.
Se comprende que, en estos contextos, la vocación de vida consagrada o la entrega absoluta a una causa que se sitúe más allá del hombre, genere auténtico temor y temblor en el personal.
Uno no se fía de sí mismo, ni de su capacidad para permanecer fiel a las decisiones libremente articuladas. Se teme, como nunca, el vértigo de las posibilidades, el abismo de la auténtica libertad. Se defiende, paradójicamente, la libertad, pero se trata de una libertad líquida, de un puro ejercicio del libre albedrío, de la elección entre dos o más ofertas de consumo inmediato, pero la libertad radical, ésa que abre una zanja en la vida personal, la libertad sólida, se teme como al hambre.