Ingeniería social
(...)Lo alarmante es que nada en este esquema es casual o imprevisto. Como dejan claro las palabras del socialista Peces-Barba que encabezan este artículo, los socialistas niegan a los padres la transmisión de su propia visión del mundo y la sociedad a sus hijos y la consideran exclusivo monopolio del Estado, es decir, de la élite progresista empeñada en alterar la naturaleza humana y abolir milenios de historia a través de operaciones de ingeniería social. Y el modo más eficaz de lograrlo es mediante la educación. “Dadme los ocho primeros años de una persona y podéis quedaros con lo demás”, dice la sabia máxima de los jesuitas que el ex devoto católico pretende imponer. “Consideramos que la garantía de respeto a la pluralidad de opciones ideológicas, filosóficas y éticas que puedan ser libremente asumidas por la conciencia de los ciudadanos, sin restricciones de ningún tipo para la libre expresión de las demás, sin limitaciones para el ejercicio del derecho a la crítica o a la apostasía, y sin imposiciones por parte de ninguna comunidad cultural o familiar sobre la conciencia individual –especialmente, de los jóvenes menores de edad– y su permanente derecho a la libertad son la garantía del ejercicio real del derecho al espacio público”.Este es el punto octavo del plan para arrebatar a los padres el derecho a decidir la educación de sus hijos. La hoja de ruta trazada desde hace tiempo, como dejó claro en julio de 2002 el Manifiesto de Barcelona, coordinado por la Fundació Ferrer i Guardia (llamada así en honor al anarquista inspirador del atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII), firmado por ilustres políticos como el ex presidente de la Generalitat catalana, Pasqual Maragall, los eurodiputados Josep Borrell y Raimon Obiols, o el mismo líder de ERC, José Luis Carod Rovira, responde a una inaceptable concepción totalitaria, con un tufo masónico de fondo que produce escalofríos. Léanlo bien, y no lo olviden, “sin imposiciones de ninguna comunidad social o familiar sobre la conciencia de los menores”, trazan así el camino seguro para la aniquilación del hombre. Es el ser para la nada de Sartre, la pasión inútil.
Creer en algo
Hablar de educación neutral es una contradicción en los términos. El ser humano necesita ser presentado al mundo, en esto consiste la educación. Las matemáticas, las geografía, la física no son el contenido de la educación; lo es la transmisión de unos valores, de una concepción del mundo o de la vida, la distinción de lo que está bien y lo que está mal.Como recordaba Chesterton, lo único que no puede rehuir la educación es el dogma, y que un maestro que no es dogmático no enseña. Hay que creer en algo para transmitirlo, y la pretensión de neutralidad que afecta el Gobierno es tan transparentemente falsa que cualquiera, con una reflexión de apenas unos segundos, puede elaborar una lista con los dogmas que la élite progresista nos impone machaconamente a todas horas.
La batalla por la educación es la batalla por el alma del hombre y, como consecuencia, la batalla por la civilización. Hannah Arendt observó en una ocasión que nuestra civilización es visitada por los bárbaros en cada generación, nuestros hijos. La transmisión de lo que somos y lo que creemos es lo que permite que se mantenga esa trama de valores, conocimientos y actitudes que llamamos civilización. Pero puede borrarse de un plumazo, como han demostrado regímenes como el maoísta en China, y como está empezando a suceder en nuestro propio mundo.
John Dewey, padre de la actual educación pública norteamericana, declaraba cándidamente las mismas intenciones que están detrás del adoctrinamiento que quieren imponer nuestros gobernantes al declarar que “la gente independiente y autónoma es un anacronismo contraproductivo en la sociedad colectiva del futuro”.
En nuestras manos está que los ciudadanos, que se dicen dueños de su destino político, lo sean también de una tarea más trascendental y sagrada: la educación de sus propios hijos. Permitir a cuatro desaprensivos que nos arrebaten el alma de nuestros niños significa renunciar a lo más profundo de nuestra dignidad humana, y desde luego algunos no lo vamos a tolerar.
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