jueves, 17 de marzo de 2011

Declaración de principios

Antes de que no me dejen, dada la que se nos echa encima con la nueva Ley de Igualdad de Trato que proyecta nuestro ínclito gobierno laicista, voy a expresar en unas cuántas frases lo que pienso de algunos asuntos. Así, dado que espero que la norma no se aplique retroactivamente (que todo es posible), puedo dejar clara y por escrito mi opinión sin riesgo de que me metan en la cárcel o me enganche Hacienda. Aunque como uno tiene la manía de pretender el bien y proponer a los demás, libremente, lo que entiende verdadero, es posible que cuando lo repita dentro de unos meses en alguna mesa redonda, en algún artículo o en algún documento de Profesionales me entrullen.

Pero al grano. Por si esta deriva orwelliana se confirma, afirmo lo siguiente:
  • El matrimonio es la unión indisoluble de varón y mujer, abiertos a la vida y con vocación de permanencia.
  • La familia es fruto del matrimonio, este es el único modelo. A veces, por falta de uno de los padres o por una separación necesaria no se mantiene la unidad, pero esa realidad no es defendible ni ostentable como modelo.
  • La homosexualidad es una desviación que no hace bien a nadie. Si se limita al ámbito privado no puede ser perseguida, pero desde luego no puede ser protegida, ni exhibida ante los niños, ni mucho menos propuesta como modelo para nada.
  • La homosexualidad, en muchos casos científicamente tratados, puede curarse; hay mucha gente con la vida rehecha tras haber sufrido tremendamente en su comportamiento homosexual; debe evitarse a toda costa que un homosexual adopte niños.
  • Los varones y las mujeres no son iguales, en absoluto. Tienen idéntica dignidad y derechos, y ahí acaba, gracias a Dios, su igualdad; me parece estupendo educar a los niños y niñas por separado si así lo desean sus padres. Y dicha educación es tan susceptible de ser protegida por el Estado como la mixta.
  • La realidad más sagrada de todo el género humano es la maternidad y la paternidad; deben ser protegidas. Los hombres no pueden ser madres, ni las mujeres padres; decir lo contrario es propio de idiotas.
  • España es un bien moral, y el nacionalismo separatista es un mal objetivo, que trata egoístamente de separar a los hombres y a los pueblos en base a sus diferencias y de destruir la realidad histórica que es España; la única lengua común a todos los españoles es el español, lo que debe traducirse en todas las Administraciones de España, y debe notarse en todos los centros sostenidos con fondos públicos.
  • El aborto y la eutanasia son crímenes inaceptables; cualquier ley que los defienda, impulse o despenalice es una aberración jurídica que convierte el bien absoluto de la vida en algo sacrificable en ciertas condiciones o para supuesto beneficio de terceros; cualquier médico (pues sabe lo que hace) que participe en un aborto o eutanasia es un asesino, y en muchos casos, la madre o familiares que saben lo que hacen pero silencian sus conciencias también son asesinos.
  • Los derechos fundamentales residen en la natural dignidad recibida por el ser humano. Pueden y deben ser descubiertos, protegidos, perfeccionados, nunca inventados.
  • Eel derecho a la libertad religiosa es, con el de la vida, el primero de los derechos. Cualquiera que trate de evitar la presencia pública de los cristianos, la defensa de los valores evangélicos y la propuesta de que los mismos inspiren la legislación y la vida social debe ser perseguido por intolerante, antidemócrata y cristófobo. Se me ocurren muchas más cosas, pero con esto me he quedado a gusto. Por supuesto, seré acusado de ser un radical, intolerante, discriminador carca y fundamentalista, homófobo y quien sabe qué más cosas, pero por ahora no me podrán meter en la cárcel por ello.
En poco tiempo, quien piense como yo, que se tiente la ropa. El que piensa lo contrario tiene el poder.
Fabián Fernández de Alarcón

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