lunes, 21 de febrero de 2011

Una apuesta por el futuro

Se ha perdido el interés por el riesgo. Antes, nos casábamos sin tener contrato de trabajo fijo, sin piso en propiedad y con el coche a medio pagar. Claro que podía salir mal, pero ahí estaba precisamente la emoción del asunto. Ahora, las parejas ni se casan ni apenas viven juntos. Prefieren lo malo conocido. Luego se pasarán el día quejándose de sus padres, pero no se marchan. España debe ser el único país, de Europa por lo menos, donde los jóvenes no quieren independizarse. ¿Para qué, si pueden tener las ventajas de una casa sin sus inconvenientes?. Yo me casé a los veintidos años y estoy encantada; aunque eso significara tener que lavar mi ropa, cosa que yo por cierto no había hecho nunca en casa de mis padres. Fue un gran cambio, pero muy positivo.

Está en la juventud - se supone - el afán de aventuras. Por eso es el momento adecuado para emparejarse y formar una familia. Ningún Ipad, Wii o similar podrá sustituir nunca la experiencia de crear un hogar propio, de adaptarse los unos a los otros y organizar todos tus actos y tu tiempo libre. Eso es vivir. Lo demás es un sucedáneo. Algunos intentan llenar ese vacío con viajes a lugares exóticos. Pero esos sitios seguirán allí cuando se hayan marchado, sin que su presencia haya influído en nada. La vida consiste en relacionarse con otras personas; especialmente con aquellas que realmente te importan. La vida es apostar fuerte en todo y a veces perder, y otras ganar, y siempre aprender algo de lo sucedido.