Trabajar menos, rendir más
Céntrate en esfuerzos positivos. No da lo mismo la forma en que realizamos el trabajo. Concéntrate en discernir lo que es productivo, y debe ser hecho, de lo que no lo es. Reflexiona y analiza cómo realizas tu labor. Cuánto tardas, por qué haces una cosa antes que otra, qué pasa si evitas un paso… y, por último, pon en marcha y realiza las actuaciones que pueden mejorar los resultados del trabajo y la forma de llevarlo a cabo.
Mide la gestión adecuada. Se realista a la hora de calcular la duración de las tareas. “Podemos aplicar una regla: medir la calidad, la cantidad, el coste y el tiempo de antes y ahora. Controlar estas variables –dice el experto– ayuda a clarificar si hemos mejorado en eficiencia”.
Ten los objetivos claros. Lo primero es la meta. “Luego, hay que conocer los medios de que dispones y hasta dónde se puede llegar con ellos. Por último, establece un proceso en el que el engranaje de tareas te permita hacer más cosas, a costes adecuados, con calidad y más tiempo libre”, explica.
Prioriza las tareas. Solo es posible si tienes claro qué y cómo hacerlo, y te centras en lo fundamental. No dediques tiempo y esfuerzo a tareas o actividades no relevantes. Separa lo urgente de lo importante.
No a los malos hábitos. Comienza por lo difícil. La satisfacción te impulsará a continuar. “Cuidado –advierte Zubieta– con tener demasiados frentes abiertos. También hay que evitar decir que sí a demasiadas cosas o dedicar excesivo tiempo y esfuerzo a lo no relevante”.
Trabaja en equipo. Confía en tus habilidades, pero delega si puedes. ¿Y si los demás no quieren trabajar mejor? “Deja constancia de ello, nos merecemos quejarnos”, dice el experto.
Lucha por el reconocimiento. Ponte en primera línea para optar a las ventajas de trabajar bien: flexibilidad horaria, promoción, reconocimientos, nuevos proyectos...