viernes, 30 de abril de 2010

Resurrección y cambio climático

"En el anterior post escribí algunas líneas que han suscitado algunos comentarios que agradezco enormemente. Aparentemente, la Resurrección de Jesús y el cambio climático no tienen nada que ver. Pero sí tienen un punto común. ¿Cómo puedo estar seguro de algo que no puedo experimentar directamente?
Esto nos lleva al valor del conocimiento científico y al valor del testimonio. Porque sucede que hoy se utiliza incorrectamente la coletilla de “demostrado científicamente”, como cuando uno lee un titular que reza “Un estudio científico demuestra que…”. La mayoría de las veces, dichos estudios no demuestran nada, salvo que el autor escribió las conclusiones del trabajo antes de realizarlo.

En el tema del cambio climático, y podríamos seguir con muchos otros casos, no hay nada demostrado científicamente. Sí hay hipótesis de trabajo que utilizan modelos matemáticos. Leí de una universidad que tenía datos de temperatura del Oceáno Pacífico (sin decir en cuantos puntos había tomado la temperatura) desde 1969 hasta hoy. En función de esos datos hacía predicciones hasta 2029. Bien, eso no es conocimiento científico; es un trabajo según unas pautas metodológicas libremente establecidas.
Sucede sin embargo que la ciencia puede ser instrumentalizada al servicio de otros intereses. Th. W. Adorno se refería a este tema cuando afirmaba:
“Esto es ahora al revés. Apelar a la ciencia y a sus reglas de juego, afirmar que sólo sus métodos son válidos, se ha convertido en la instancia de control que castiga al pensamiento libre, no tutelado, no amaestrado, y que sólo tolera en el espíritu lo que está aprobado metodológicamente. La ciencia, el medio de la autonomía, se ha convertido en un aparato de heteronomía.” (Adorno, Crítica de la cultura y sociedad II. Madrid: Akal 2009, p. 409)

Debe quedar claro que en este post no ataco la metodología científica, sino precisamente la utilización de su etiqueta cuando se carece de ella. Muchas veces se trata de hacer pasar por científicas cosas que no alcanzan ese rango, como sucede en el caso del cambio climático. No sé si se estará verificando o no, pero dudo mucho de que alguien lo sepa con carácter “científico”. Eso sí, hay mucha gente que cree con fe en el cambio climático. Creen porque otros lo han dicho, y afirman que los que lo dicen son científicos o personas inteligentes o peor, creen en Al Gore… Al Gore… Esto es, en definitiva, el conocimiento por testigos. Pero lo que no se puede afirmar, a partir del conocimiento por testigos de un hecho no comprobado, (¿cómo se puede comprobar el cambio climático?) es que su realidad está científicamente demostrada.
Así llegamos al conocimiento basado en el testigo. El testigo es la prueba básica en la gran mayoría de los procesos judiciales en todo el mundo civilizado, tanto civil como penal. Pero es que en el ámbito del conocimiento es también vital. Cuando no sabemos o no podemos o no tenemos tiempo de comprobar todo por nuestra cuenta y riesgo, lo queramos o no, acudimos al testigo. Cuando son muchos y unánimes damos por supuesto que es verdad lo que se nos transmite: la existencia de Napoléon o de las neuronas, porque que yo sepa, a Napoleón nadie vivo lo conoció y nadie saluda a sus neuronas por la mañana.
Y existen unas verdades que afectan de un peculiar modo a las personas, porque de ellas depende el sentido de su vida. En esas cuestiones la importancia del testigo se hace crucial. Y el amor, en esas circunstancias, es también fuente de conocimiento. Si el testigo da su vida, y la da por amor, su testimonio es irrebatible.

blogs.hazteoir.org/formaciondeselectos/2010/04/13