jueves, 4 de marzo de 2010

No se puede mandar sobre los sentimientos

No soy una persona fácil para elegir amigos. Me cuesta mucho congeniar con la gente. No me van los extremistas, ni tampoco los que pasan de todo. No me gustan los que sólo se preocupan de las apariencias. Así que he encontrado pocas personas en mi vida con las que quisiera empezar una amistad. Tuve una amiga muchos años, aunque apenas nos veíamos, pero siempre nos habíamos entendido bien. Hasta que empecé a vivir en otra ciudad y ya nunca tenía un día libre para mí. Tengo otra de muchos años que, por desgracia, vive muy lejos de nosotros y es casi imposible coincidir con ella. Tuve amistad con algunas madres de amigos de mis hijos que, según se distanciaron ellos, perdieron todo el interés por mí.

No creo que sea una persona tan difícil de contentar. Me conformo con tomar un café de vez en cuando. No hago discursos filosóficos en la calle. Eso lo dejo para el ordenador. Tal vez soy aburrida. No lo niego. Tengo poco que contar. No me gusta el cotilleo y me dan exactamente igual los famosos y las modas del momento. No soy llamativa; soy más bien tímida; no sé contar chistes graciosos. No sé si debe a todo eso o es parte de mi destino, el hecho de no haber conseguido nunca tener una amistad "de diario", que digo yo, es decir, tener alguien con quien hablar de las cosas sin importancia que pasan cada día. No tener con quién ir de tiendas o a comer de vez en cuando; que tampoco pido dedicación exclusiva. Me temo que aburro hasta a las ovejas.