viernes, 19 de febrero de 2010

Cuidado con los consensos

Flaco favor se hace introduciendo el espinoso asunto de los pactos y los consensos. La cuestión, tanto en la economía como en la educación, no está en alcanzar un pacto o un consenso, como en dar con las medidas adecuadas. Un pacto del gobierno con la oposición en materia económica o educativa que deje las cosas como está no solucionará nada. Al final, la mejora será resultado de las reformas (al contrario de los que creen que el crecimiento debe venir por sí solo) y en materia económicas están muy claras: reforma laboral, apuesta por la energía barata (la nuclear), menos impuestos, ayudas a la natalidad, reducción de la deuda pública… No hay que inventar nada, sino ponerse manos a la obra. El problema es que las medidas económicas son dolorosas y tardan dos años en arrojar resultados de crecimiento. Por eso el tiempo corre contra el gobierno (es decir corre contra nosotros, que sufrimos su desorientación). Si no las acomete en 2010, en 2012 no tendrá recuperación económica, y seguiremos empobreciéndonos todos.

Entiendo, por otra parte que el gobierno busque que la prensa internacional le ayude. Pero eso tampoco funciona a medio plazo. Eso te salva una semana, pero lo importante no es lo que digan de tí en el extranjero sino lo que hagas o dejes de hacer. El titular de un periódico no va a mejorar las cosas, aunque el gobierno crea que sí, por ser cuestión de confianza. Se dice que lo importante de la economía es la confianza. Eso es tanto como decir que en el matrimonio no importa que tu mujer sea fiel o te la pegue con otro; lo importante es la confianza que tengas en ella (¿!?”*/). El que vaya con esa mentalidad a su matrimonio ya lo ha hecho fracasar. Pues no veo razón por que las personas, en las relaciones económicas (al fina y al cambio, un tipo particular de acción y de relación humana) hayan de comportarse de modo distinto.

Así que es bueno dejarse de las bobadas de los consensos y hacer las cosas bien. Es como aquello que se dice: hay que escuchar a todos. Sí, por supuesto, pero no hacer caso a todos. Las mejores opciones no son una media aritmética de lo que piensa la gente. Hay gente que sólo dice memeces; en la política abundan. Por eso es importante saber quien dice las cosas razonables, quien acierta en sus predicciones de futuro… Lo cual me recuerda a un chascarrillo que el listo de Zapatero le espetó a Rajoy hace tiempo. “Es usted un profeta del desastre y un desastre de profeta”. Claro, lo dijo en 2007 y se quedo tan contento porque logró un simpático titular. Posiblemente ZP quedó sorprendido de su ingenio y del retruécano que había hecho. No sabemos si lo pensó él sólo o se lo pasaron por escrito, aunque me inclino más por esto último. Pero Rajoy venía a decir lo que muchos sabían: que nos la íbamos a pegar y nos la hemos pegado. Zapatero, no obstante, no se enteraba. Si se enteraba y nos mintió, grave por mentiroso. Si no sabía nada de lo que se avecinaba, peor aún, porque entonces es un perturbado mental y debía abandonar ya el gobierno.

blogs.hazteoir.org/formaciondeselectos/2010/02/17