jueves, 11 de marzo de 2010
¿Ayudas a la familia o destrozar la familia?
Leyendo La Razón me encuentro con esta noticia La picaresca amenaza a la familia numerosa. El Diario describe que el Congreso votará una proposición del PNV para que se equiparen a las familias numerosas aquellas de un solo progenitor y dos hijos.
A la luz de este artículo me viene a la cabeza una crítica que leí en un libro muy políticamente incorrecto, Por qué el Estado sí es el problema en el que se indicaba que si se quería ayudar a algún colectivo (en este caso a las familias) con criterios de justicia y bien común, uno de los objetivos principales que había que tener en cuenta era el evitar efectos colaterales no deseados y perversos.
Para ello se debía tener en cuenta qué se quería promover. En el caso de ayudas a la familia el legislador debe tener claro qué quiere favorecer: familias estables donde los hijos puedan tener el calor del amor de un padre y de una madre, o situaciones irregulares donde haya rupturas que afecten fundamentalmente a los hijos.
Porque en EEUU se dieron cuenta de que determinados programas bienintencionados de ayuda a madres solteras provocaron un mayor número de madres solteras y familias desunidas porque salía más “rentable” este supuesto que el contrario.
Por ello a la hora de establecer un programa general de ayudas es tan importante saber si se quiere favorecer, a largo plazo, lo que es bueno para la sociedad, para lo cual es necesario tener claros unos principios básicos como si es mejor la estabilidad familiar a la ruptura conyugal. No se puede tratar a todos por igual.
El problema de lo que afirmo es cuando este principio general se contrapone a un caso concreto (como sucede también en el aborto u otros casos) que a todas luces requiere una ayuda (p ej la madre que debe denunciar al padre de sus hijos por malos tratos) Estos casos requieren un tratamiento especial. Pero esta gran verdad no enturbia la otra realidad de que las ayudas deben buscar promocionar lo que es bueno para la sociedad.
Por eso el legislador, en base a una falsa compasión, no debe tratar realidades distintas con una misma política pues ya sabemos que no hay mayor injusticia que tratar a los desiguales como iguales.
Dada la complejidad del asunto, no lo vamos a negar, quizás la mejor solución sea una prestación universal por hijo a cargo, sobre todo en estos momentos, donde una nefasta natalidad nos hace ver ya los problemas económicos futuros que tendrán las políticas neomalthusianas tan en moda en los últimos decenios.
blogs.hazteoir.org/jcastro/2010/02/15
A la luz de este artículo me viene a la cabeza una crítica que leí en un libro muy políticamente incorrecto, Por qué el Estado sí es el problema en el que se indicaba que si se quería ayudar a algún colectivo (en este caso a las familias) con criterios de justicia y bien común, uno de los objetivos principales que había que tener en cuenta era el evitar efectos colaterales no deseados y perversos.
Para ello se debía tener en cuenta qué se quería promover. En el caso de ayudas a la familia el legislador debe tener claro qué quiere favorecer: familias estables donde los hijos puedan tener el calor del amor de un padre y de una madre, o situaciones irregulares donde haya rupturas que afecten fundamentalmente a los hijos.
Porque en EEUU se dieron cuenta de que determinados programas bienintencionados de ayuda a madres solteras provocaron un mayor número de madres solteras y familias desunidas porque salía más “rentable” este supuesto que el contrario.
Por ello a la hora de establecer un programa general de ayudas es tan importante saber si se quiere favorecer, a largo plazo, lo que es bueno para la sociedad, para lo cual es necesario tener claros unos principios básicos como si es mejor la estabilidad familiar a la ruptura conyugal. No se puede tratar a todos por igual.
El problema de lo que afirmo es cuando este principio general se contrapone a un caso concreto (como sucede también en el aborto u otros casos) que a todas luces requiere una ayuda (p ej la madre que debe denunciar al padre de sus hijos por malos tratos) Estos casos requieren un tratamiento especial. Pero esta gran verdad no enturbia la otra realidad de que las ayudas deben buscar promocionar lo que es bueno para la sociedad.
Por eso el legislador, en base a una falsa compasión, no debe tratar realidades distintas con una misma política pues ya sabemos que no hay mayor injusticia que tratar a los desiguales como iguales.
Dada la complejidad del asunto, no lo vamos a negar, quizás la mejor solución sea una prestación universal por hijo a cargo, sobre todo en estos momentos, donde una nefasta natalidad nos hace ver ya los problemas económicos futuros que tendrán las políticas neomalthusianas tan en moda en los últimos decenios.
blogs.hazteoir.org/jcastro/2010/02/15