domingo, 10 de enero de 2010
La escuela de la vida (un año en un post)
He encontrado un post que no publiqué en su momento:
Creo que he aprendido mucho en la escuela de la vida. Por suerte, más por experiencia ajena que por propia. Pero soy una persona de emociones muy intensas. No es tanto lo que te sucede, sino cómo lo vives. Sé lo que es sentirse sóla, incomprendida por casi todos. No tener un amigo en quien confiar. Sé lo que es sentirse desbordada por las circunstancias y no poder más, pero tener que seguir adelante. Sé lo que echar de menos sin esperanza y ver pasar los días, los meses y los años, todos iguales. Sé lo que es preocuparse por el futuro, sabiendo que no está en tu mano solucionar nada. De todo eso he vivido también en el último año.
También he vivido las experiencias ajenas de los múltiples problemas que puede traer la vida: amor, celos, traición, desamor, alcohol, drogas, depresión, anorexia, bulimia, apatía, extremismo, enfermedad, locura... Lo he sentido como propio y ha quedado grabado en mi memoria. Practicamente no existe situación que no haya vivido de un modo u otro. Y ahora, además, tengo los testimonios de internet. Pero, a veces, me gustaría no saber nada y no poder opinar de nada. A veces, a mí también me invade una sensación de vacío y me pregunto si todos estos sentimientos valen la pena.
Trescientos sesenta y cinco días suponen sentir todas esas emociones a veces en el curso de unas pocas horas. Impresiona mucho pensar que, mientras escribo estas líneas, millones de personas en todo el mundo están viviendo en sus carnes y en sus almas situaciones que tal vez marcarán sus vidas para siempre, o estan sufriendo por las cosas que les suceden a otros. O tal vez solamente estén dejando la vida pasar, sin implicarse con nada ni con nadie. La falta de emociones es una enfermedad que se está extendiendo mucho en nuestra sociedad. Parece que algunos sólo son capaces ya de sentirlas cuando juegan con su videoconsola. El año que ha pasado ha traído algunos sustos importantes. Varias preocupaciones menores. Muchas alegrías. Pero sobretodo ha sido el año en que me he conocido a mí misma.
Creo que he aprendido mucho en la escuela de la vida. Por suerte, más por experiencia ajena que por propia. Pero soy una persona de emociones muy intensas. No es tanto lo que te sucede, sino cómo lo vives. Sé lo que es sentirse sóla, incomprendida por casi todos. No tener un amigo en quien confiar. Sé lo que es sentirse desbordada por las circunstancias y no poder más, pero tener que seguir adelante. Sé lo que echar de menos sin esperanza y ver pasar los días, los meses y los años, todos iguales. Sé lo que es preocuparse por el futuro, sabiendo que no está en tu mano solucionar nada. De todo eso he vivido también en el último año.
También he vivido las experiencias ajenas de los múltiples problemas que puede traer la vida: amor, celos, traición, desamor, alcohol, drogas, depresión, anorexia, bulimia, apatía, extremismo, enfermedad, locura... Lo he sentido como propio y ha quedado grabado en mi memoria. Practicamente no existe situación que no haya vivido de un modo u otro. Y ahora, además, tengo los testimonios de internet. Pero, a veces, me gustaría no saber nada y no poder opinar de nada. A veces, a mí también me invade una sensación de vacío y me pregunto si todos estos sentimientos valen la pena.
Trescientos sesenta y cinco días suponen sentir todas esas emociones a veces en el curso de unas pocas horas. Impresiona mucho pensar que, mientras escribo estas líneas, millones de personas en todo el mundo están viviendo en sus carnes y en sus almas situaciones que tal vez marcarán sus vidas para siempre, o estan sufriendo por las cosas que les suceden a otros. O tal vez solamente estén dejando la vida pasar, sin implicarse con nada ni con nadie. La falta de emociones es una enfermedad que se está extendiendo mucho en nuestra sociedad. Parece que algunos sólo son capaces ya de sentirlas cuando juegan con su videoconsola. El año que ha pasado ha traído algunos sustos importantes. Varias preocupaciones menores. Muchas alegrías. Pero sobretodo ha sido el año en que me he conocido a mí misma.
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