viernes, 11 de diciembre de 2009
Navidades de verdad
Hay quien dice que a la Navidad deberíamos llamarle fiestas de invierno, ahora que la mayoría de los españoles ya no se consideran católicos. Hubo un tiempo en que Europa no se llamaba así, sino que era la Cristiandad. Durante más de dos mil años el cristianismo se convirtió en la razón de ser de los países de este continente y muchos otros en América o Asia. Las diferentes opciones: católicos, protestantes, heterodoxos no eran más que distintos nombres para una misma fe.
Mientras nosotros íbamos olvidando el origen de nuestras leyes y tradiciones y todo nuestro modo de entender la sociedad, en otra parte del mundo el islamismo se está volviendo cada vez más radical. Unos piensan que la religión ya no es necesaria y otros están dispuestos a todo para imponerla al resto. Qué mundo más contradictorio. El problema real es que aquellos que abandonan sus principios morales son presa fácil para otros grupos humanos que conservan un nexo de unión fuerte.
No me gustan nada las fiestas de Navidad tal como las vivimos ahora. Cuando era pequeña, los regalos no eran más que una parte del hecho de reencontrarse con la familia y pasar un buen rato juntos. Ahora el consumismo se ha convertido en el auténtico motivo de que nos reunamos. Gastar en objetos innecesarios, gastar en comidas que nos van a provocar una indisgestión, gastar en ropa para la ocasión, salir de fiesta y perder el control, despertarse al día siguiente pensando: nunca más; volver a repetir el año siguiente porque no puedes hacerle eso a tus padres.
Todo esto acompañado de un inmenso paripé formado a partes iguales por belenes y reyes magos, o papa noel con sus renos; símbolos cristianos que no tienen ningún sentido en esta bacanal de desenfreno. Añadimos la relación con personas a las que no ves el resto del año, y no es porque vivan en Kuwait, y las posibilidades de que algo salga mal se multiplican por mil. Pero hay que cumplir una vez más con el ritual, aunque sólo sea por los niños. Para celebrar el nacimiento de Jesucristo no necesito una fecha determinada. De verdad que el día que impongan unas navidades laicas seré la primera en agradecerlo.
Mientras nosotros íbamos olvidando el origen de nuestras leyes y tradiciones y todo nuestro modo de entender la sociedad, en otra parte del mundo el islamismo se está volviendo cada vez más radical. Unos piensan que la religión ya no es necesaria y otros están dispuestos a todo para imponerla al resto. Qué mundo más contradictorio. El problema real es que aquellos que abandonan sus principios morales son presa fácil para otros grupos humanos que conservan un nexo de unión fuerte.
No me gustan nada las fiestas de Navidad tal como las vivimos ahora. Cuando era pequeña, los regalos no eran más que una parte del hecho de reencontrarse con la familia y pasar un buen rato juntos. Ahora el consumismo se ha convertido en el auténtico motivo de que nos reunamos. Gastar en objetos innecesarios, gastar en comidas que nos van a provocar una indisgestión, gastar en ropa para la ocasión, salir de fiesta y perder el control, despertarse al día siguiente pensando: nunca más; volver a repetir el año siguiente porque no puedes hacerle eso a tus padres.
Todo esto acompañado de un inmenso paripé formado a partes iguales por belenes y reyes magos, o papa noel con sus renos; símbolos cristianos que no tienen ningún sentido en esta bacanal de desenfreno. Añadimos la relación con personas a las que no ves el resto del año, y no es porque vivan en Kuwait, y las posibilidades de que algo salga mal se multiplican por mil. Pero hay que cumplir una vez más con el ritual, aunque sólo sea por los niños. Para celebrar el nacimiento de Jesucristo no necesito una fecha determinada. De verdad que el día que impongan unas navidades laicas seré la primera en agradecerlo.
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