lunes, 14 de diciembre de 2009
La manifestación de los sindicatos
Méndez, Toxo y las momias del Canal
MAYTE ALCARAZ
"No es extraño que la izquierda galopante española clame por la memoria histórica. En el fondo, muchos de ellos son un remedo de lo peor de nuestro pasado. Los sindicatos son un ejemplo. Como una réplica de la piedra Rosetta, que tanto hermosea en la maravillosa exposición que acaba de inaugurar el Canal de Isabel II, Cándido Méndez y Fernández Toxo, enchufados a la ubre de Moncloa, se pasearon ayer por Madrid recordando a todos que el sindicalismo vertical no ha terminado, con bocadillo, autocares y una propinilla para los engañados, incluidos. Lejos de defender los derechos de casi cuatro millones de desempleados (a los que la insolvente política del Gobierno ha mandado a sus casas), se dedicaron a sacar la cara precisamente por el verdugo de esos parados.
Cuando se vive de las prebendas del poder y del pensamiento gregario, es casi obligado buscar actos de reafirmación de lo que uno no es: independiente, honrado, defensor de los que menos tienen... Por el momento, cada vez que se han sentado a hablar con los empleadores estos sindicalistas se han levantado de la mesa por no querer afrontar una reforma laboral cada vez más imperiosa. Pero, eso es verdad, aunque se hayan levantado de una han corrido a otra, la del Gobierno, para negociar más colesterol para sus magras arcas. El sarcasmo es tal que hasta se buscaron ayer un acompañamiento de purpurina para blindar al Gobierno y castigar a los emprendedores: Pilar Bardem y Wyoming, que actuaron de teloneros. Por cierto, es justo preguntarse cuándo trabajan estos reputados representantes de la intelectualidad, tan hipotecado como tienen su tiempo entre visitar a Haidar, misivas a La Zarzuela y bolos sindicales.
Algún día estos fabuladores del presupuestos público tendrán que rendir cuentas ante sus afiliados. Mientras tanto, yo prefiero las momias egipcias que el Museo Británico ha prestado a la Comunidad de Madrid. Son más naturales".
MAYTE ALCARAZ
"No es extraño que la izquierda galopante española clame por la memoria histórica. En el fondo, muchos de ellos son un remedo de lo peor de nuestro pasado. Los sindicatos son un ejemplo. Como una réplica de la piedra Rosetta, que tanto hermosea en la maravillosa exposición que acaba de inaugurar el Canal de Isabel II, Cándido Méndez y Fernández Toxo, enchufados a la ubre de Moncloa, se pasearon ayer por Madrid recordando a todos que el sindicalismo vertical no ha terminado, con bocadillo, autocares y una propinilla para los engañados, incluidos. Lejos de defender los derechos de casi cuatro millones de desempleados (a los que la insolvente política del Gobierno ha mandado a sus casas), se dedicaron a sacar la cara precisamente por el verdugo de esos parados.
Cuando se vive de las prebendas del poder y del pensamiento gregario, es casi obligado buscar actos de reafirmación de lo que uno no es: independiente, honrado, defensor de los que menos tienen... Por el momento, cada vez que se han sentado a hablar con los empleadores estos sindicalistas se han levantado de la mesa por no querer afrontar una reforma laboral cada vez más imperiosa. Pero, eso es verdad, aunque se hayan levantado de una han corrido a otra, la del Gobierno, para negociar más colesterol para sus magras arcas. El sarcasmo es tal que hasta se buscaron ayer un acompañamiento de purpurina para blindar al Gobierno y castigar a los emprendedores: Pilar Bardem y Wyoming, que actuaron de teloneros. Por cierto, es justo preguntarse cuándo trabajan estos reputados representantes de la intelectualidad, tan hipotecado como tienen su tiempo entre visitar a Haidar, misivas a La Zarzuela y bolos sindicales.
Algún día estos fabuladores del presupuestos público tendrán que rendir cuentas ante sus afiliados. Mientras tanto, yo prefiero las momias egipcias que el Museo Británico ha prestado a la Comunidad de Madrid. Son más naturales".