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viernes, 8 de abril de 2011

Consumismo desmedido

Estuve en el supermercado haciendo mi compra semanal y pude ver cómo la señora anterior en la caja llevaba una cantidad de compra desproporcionada. La comida era mucha para una semana, pero los productos de limpieza parecían al menos para un mes. Me pregunto cómo es posible gastar tres botes de champú y dos de detergente en siete días. Y no creo que fuera por estar en oferta. Lo he visto más veces. A riesgo de que me consideren cochina, tengo que decir que limpiar significa quitar la suciedad de una cosa; por tanto se supone que debe estar sucia. El exceso de limpieza es malo para la piel y el medioambiente, ya que los detergentes acaban llegando con las aguas residuales a los ríos y mares. Muchas alergias provienen también de la eliminación de las bacterias beneficiosas que viven sobre nuestro cuerpo.

Pero, aparte de limpiar demasiado, con la pérdida de tiempo que eso supone, la gente también come demasiado. Una vez más parece ser que existen muchas enfermedades derivadas de excesos en la alimentación. Resulta mucho más sano irse a la cama con un poco de hambre que demasiado saciado. Pero la costumbre de la sobrealimentación está muy arraigada en nuestra sociedad. Hay incluso quien sustituye los alimentos por otros dietéticos para poder seguir tomando igual o más, con lo cual la cesta de la compra les sale más cara. Al menos espero que la crisis sirva para volver un poco a la normalidad y al equilibrio. Comer y lavarse no deberían convertirse en una meta que nos complique todavía más la vida. Todo tiene su medida ideal.

lunes, 10 de enero de 2011

Salir de la rutina

Cuando tengo un periodo largo de vacaciones, aprovecho para hacer esas cosas que se van postergando siempre. Por ejemplo, guardar papeles y revisar los recibos. Eso lo hace mi marido porque yo soy negada con los números. También salimos algún día a la sierra de Madrid y otro nos vamos de excursión a algún lugar que no esté a más allá de cien kilómetros de distancia. Siempre vamos al cine. Me acuerdo de cuando decían que, debido al video y el dvd, iban a desaparecer las salas comerciales. No es lo mismo. Otro día nos paseamos por el centro de Madrid o algún parque. Solemos aprovechar para ir a ver animales a algún zoo o safari. Alguna vez vamos a ver un espectáculo que esté bien de precio.

Otra cosa importante es salir con mi marido a tomar algo por la noche. Esto no hemos podido hacerlo durante más de diez años. Luego, procuro comer fuera alguna vez y comprar comida hecha, porque yo también quiero vacaciones. En estas navidades hemos comido de restaurant dos veces y cenado una. También hemos ido a merendar. Otro sitio que visitamos a menudo son los grandes centros comerciales, generalmente buscando algo que no encontramos en nuestra zona. Cuando los niños eran pequeños, a veces íbamos simplemente a pasear y pasar la tarde, porque están frescos en verano y calientes en invierno. Así, procuramos hacer pequeñas cosas especiales cada día, para que vacaciones no sea sinónimo de ociosidad o incluso de aburrimiento.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Horarios españoles

Como ya he dicho alguna vez, Yo soy más europea que española para algunas cosas. Una de ellas es el horario de las comidas. Desayunamos temprano, comemos sobre la una y media, cenamos a las ocho y media. En España, lo tradicional es levantarse tarde (cuando se puede), comer a las tres y cenar a las diez de la noche. Ese horario no me ha gustado nunca, y además dicen los médicos que tampoco es aconsejable. Lo que no me entra es el desayuno europeo. Soy incapaz de tomar huevos a las ocho de la mañana. Por lo demás, sí que me gusta comer ligero y cenar poco. Irse a la cama con la digestión de una cena abundante no conviene: de grandes cenas están las sepulturas llenas. A media mañana, me suelo tomar un café. Mis hijas llevan barritas de cereales al colegio. Lo que también es una barbaridad es darles bollos a los niños de aperitivo porque, además de llevar grasa saturada, luego no tienen hambre para comer.

El clima español invita a acostarse y levantarse tarde, lo cual explica este horario, especialmente en verano. Sin embargo, en tiempo laboral y de colegio, supone que mucha gente reduce sus horas de sueño a menos de ocho; lo cual no es sano. Luego nos extrañamos de los accidentes de coche que se producen por dormirse el conductor al volante. El sentido común debería primar sobre las costumbres adquiridas. Como no podemos tener un horario en invierno y otro distinto en verano, lo lógico sería mantener el mismo con leves variaciones. En mi casa, sólo flutúan en una media hora, porque además somos bastante madrugadores en general. El cuerpo no entiende de tradiciones culturales, sino de salud; y las personas somos básicamente iguales en España que en el resto del mundo. Es algo a tener en cuenta.

martes, 4 de mayo de 2010

La corteza del pan de molde

Tendría yo unos doce años, cuando descubrí con gran sorpresa que había gente que cortaba los bordes del pan de molde y los tiraba a la basura. En mi casa nunca hicimos tal cosa y ahora nos comemos hasta las tapas. De hecho, no tiramos ninguna comida, a no ser que esté claramente estropeada y suponga un riesgo para la salud. No puedo hacerlo. Es pensar en tirar algo y se me vienen a la cabeza las imágenes de los niños famélicos del tercer mundo de inmediato.

Lo que pasa en este país, es que hemos estado mucho tiempo tirando las cortezas del pan de molde y, no sólo en las familias adineradas, sino en todo tipo de hogares. Porque tomar el pan con bordes estaba mal visto; que era de poca clase, de pobretones. Así se escribe la historia. Por algo dicen que nuestro peor pecado es la soberbia. Va siendo hora de que aprendamos a no tirar la comida, a trabajar en serio y, sobretodo, a no pretender que otro venga a solucionar nuestros problemas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Aquí no se tira nada

De toda la vida en mi casa me enseñaron aquello tan anticuado de: lo que se pone en el plato, se come. Ahora en mi casa me resisto a tirar nada a la basura. La comida que sobra, si está en buen estado, la tomamos en una cena. Tenemos un sitio para guardar los plásticos, los cristales, las pilas, el papel y lo demás; y todo lo reciclamos. Cuando se acumulan cosas que ya no necesitamos, como los juguetes, buscamos alguna ong donde entregarlos. La ropa la llevamos a la parroquia, pero no lo utilizamos como excusa para tirar lo que no está de moda y reponer todo el vestuario, como hacen algunos. Tengo todavía cosas de hace veinte años que no se han estropeado demasiado. Sólo tiramos a la basura lo imprescindible.

Sin embargo, la mayoría de la gente no tiene esa clase de problemas de conciencia. Junto al contenedor de basura se pueden encontrar, por ejemplo, cochecitos de bebé en buen estado, por no tomarse el trabajo de venderlo y buscar a alguien que lo necesite. Luego dirán que están mal de dinero, pero hay que ver cómo tira la gente los muebles en cuanto se cansan de ellos. Cuando salieron las teles de pantalla plana, la basura estaba llena de las convencionales. Sin embargo, en casa no compramos una televisión hasta que no se rompió la anterior, que tenía ya veinte años y era bastante pequeña. Todavía llamamos al servicio técnico, aún sabiendo que por poco más podríamos comprar algo nuevo. Las cosas que se tiran a la basura no desaparecen, sólo dejamos de verlas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Tal vez no vale la pena

Tal vez me equivoqué desde el principio queriendo ir en contra de la marea. Tenía que haber estudiado una carrera, para poder conseguir un buen trabajo. Con dinero y menos hijos tendría más tiempo para mí. Podría ir a la peluquería cuando quisiese o incluso al spa. Cuando me encontrara mal encontraría fácil consuelo en las compras. Ir de tiendas, probarme todo y llevarme lo que quisiera. Tendría otras amigas en mi misma situación con las que poder charlar de moda, de hombres o de cotilleos. Presumiría de mi independencia, de mi buen estado físico y mi estilo. Viajaría en cualquier momento a todos los lugares donde siempre quise ir, o simplemente a una playa para relajarme. Hotel de cuatro o cinco estrellas, comidas refinadas sin mirar nunca los precios. Me olvidaría de cocinar, de fregar los cacharros y de recoger. Dejaría a mis hijos con alguna persona de confianza previo pago, sabiendo que ya no era mi responsabilidad sino la suya. Viviría una segunda juventud con mi marido sin pensar en el pasado ni en el futuro. Hablaría sólamente de mi trabajo, de mis avances profesionales y mis espectativas.

Si me sobrara tiempo, aún podría ir al cine, ver en la televisión los programas que tienen mayor audiencia, culebrones y concursos de talento que ocuparían toda mi atención. Nada de noticias, ni periódicos, ni, por supuesto, intentar averiguar lo que se oculta detrás de cada suceso. Dejaría a mis hijos a su aire, confiando en que el colegio los encauce bien hacia los estudios, que los amigos les hagan felices y que disfruten cada momento. Si toman la píldora postcoital, viviré tranquila, porque tampoco me voy a enterar. Si beben, fuman, o tienen relaciones, es su problema. Que aprovechen su juventud y tengan suerte, que ya les quedará el resto de su vida para trabajar y ser responsables. Tal vez no vale la pena estar amargándose la vida pensando en que hay una manera mejor de hacer las cosas. Si al fin y al cabo a la mayoría de la gente le trae sin cuidado. Ellos están bien así, hasta que algo falla. Entonces le echan la culpa a la sociedad y siguen tan contentos. ¿Por qué no podría yo haber sido así? Una pequeña aclaración: no estoy diciendo que tengan que ser incompatible trabajar con ser una buena madre.

Estoy aburrida de pensar tanto y de tratar de explicarme, total, para que muchos piensen que estoy loca o que soy completamente tonta. Si al fin y al cabo a mí no me va tan mal de momento, gracias a los esfuerzos que he hecho para evitar todo tipo de problemas. Tal vez un día simplemente desaparezca, deje de escribir el blog, abra otro, o encuentre algo más valioso en que ocupar mi tiempo. Estoy harta de hacer el papel de mala en la blogosfera. No voy a comentar más porque no quiero comprometer a aquellos que son o eran mis amigos; así que también voy a borrar los enlaces.

Música: Para tí sería. Neck y el sueño de morfeo