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jueves, 13 de enero de 2011
Hacer el pino
Uno de los complejos de mi vida consiste en no haber sido nunca capaz de hacer el pino. Comprendo que es una tontería porque no es algo imprescindible para vivir, pero yo era practicamente la única del curso que no pudo hacerlo. Los profesores de gimnasia generalmente no comprenden que hay personas que estamos físicamente incapacitadas para algunos ejercicios. En el caso de hacer el pino, existen razones de tipo anatómico que pueden explicar que yo no fuera capaz de conseguirlo: tengo los brazos cortos, poca fuerza y las articulaciones inestables. Pasé diez años de mi vida intentándolo. Afortunadamente, hoy en día las clases de gimnasia han evolucionado y son mucho más variadas que entonces.
Cuando pienso en esa época, me acuerdo de tanto sufrimiento inútil, tanto esfuerzo desperdiciado... Pero la vida es así. Muchas veces, se desaprovecha el tiempo y el interés en cosas que no valen la pena. A veces, no te queda más remedio, como sucedía en este caso; otras te empeñas tú mismo en misiones imposibles. Por eso, es importante conocer los límites de cada cual. Los míos son muy bajos. Me veo obligada a administrar mi energía, tanto física como psicológica, para no acabar extenuada. Cada uno tiene que jugar con las cartas que le tocan en la vida, y las mías, desde luego, no son de las peores; así que tampoco tengo derecho a quejarme demasiado, aunque eso no me sirviera de consuelo en su momento.
Cuando pienso en esa época, me acuerdo de tanto sufrimiento inútil, tanto esfuerzo desperdiciado... Pero la vida es así. Muchas veces, se desaprovecha el tiempo y el interés en cosas que no valen la pena. A veces, no te queda más remedio, como sucedía en este caso; otras te empeñas tú mismo en misiones imposibles. Por eso, es importante conocer los límites de cada cual. Los míos son muy bajos. Me veo obligada a administrar mi energía, tanto física como psicológica, para no acabar extenuada. Cada uno tiene que jugar con las cartas que le tocan en la vida, y las mías, desde luego, no son de las peores; así que tampoco tengo derecho a quejarme demasiado, aunque eso no me sirviera de consuelo en su momento.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Demasiado o demasiado poco
Ése es el concepto de la educación de los niños en España. Hay padres que son como el "encantador de perros". Pretenden que sus hijos pequeños les sigan al paso, que no levanten la voz y no desordenen la casa. Eso no es un hijo, - ni un perro -, es un robot. Los niños necesitan cierto descontrol para poder desarrollar su imaginación, adquirir destrezas y aprender a hacer las cosas solos. Un niño demasiado controlado es un adulto inútil. En el otro extremo, está los padres "colegas" que hacen la vista gorda siempre que el niño no les moleste. Se han grabado a fuego la máxima - ya pasada de moda - de no traumatizar a la infancia, y la siguen al pie de la letra. No se dan cuenta de que sus hijos tienen un sentido innato del bien y del mal. Es decir, que saben cuándo están siendo malos y, si sus padres no les riñen, piensan que no les importan lo suficiente. Un niño sin educar es un adulto falto de atención y cariño. Otro fracasado social.
¿Tan difícil es dar con el término medio? Si no saben tratar con niños, menos lo van a hacer con adolescentes. Los problemas infantiles te parecen entonces una tontería. Un hijo necesita amor incondicional, pero también desea que le pongan unos límites para ayudarle a ser mejor persona. Si no lo hacen así, acabará aprovechándose de la situación, porque es pequeño pero tampoco es tonto. No hace falta que explique que los hijos que sufren exceso de disciplina tampoco son felices. Hay padres y madres que son verdaderos sargentos del ejército y no tienen ninguna paciencia con los niños. Lo peor no son los gritos, sino el desprecio con que los tratan. No es obligatorio tener hijos y, si no se tiene vocación de padre, es mejor evitarlos. Evitarlos, que no abortarlos. Un bebé intrauterino ya existe. La única receta para educar niños consiste en amor y sentido común.
¿Tan difícil es dar con el término medio? Si no saben tratar con niños, menos lo van a hacer con adolescentes. Los problemas infantiles te parecen entonces una tontería. Un hijo necesita amor incondicional, pero también desea que le pongan unos límites para ayudarle a ser mejor persona. Si no lo hacen así, acabará aprovechándose de la situación, porque es pequeño pero tampoco es tonto. No hace falta que explique que los hijos que sufren exceso de disciplina tampoco son felices. Hay padres y madres que son verdaderos sargentos del ejército y no tienen ninguna paciencia con los niños. Lo peor no son los gritos, sino el desprecio con que los tratan. No es obligatorio tener hijos y, si no se tiene vocación de padre, es mejor evitarlos. Evitarlos, que no abortarlos. Un bebé intrauterino ya existe. La única receta para educar niños consiste en amor y sentido común.
lunes, 21 de junio de 2010
De vuelta a mi vida
Estoy convencida de que la vida te pone pruebas para enseñarte hasta dónde puedes llegar. Hubo un momento en que pensé que yo podía con todo. Así que decidí adoptar un perro sin tener en cuenta mis circunstancias. La realidad me hizo ver que me había equivocado y tuve que pagar las consecuencias. Todavía ahora me produce tristeza pensar que no estuve a la altura que esperaba. Pero, también he tenido que aceptar que nunca seré capaz de conducir por Madrid capital, porque no tengo los reflejos necesarios; o que nunca podré recordar los nombres y las caras de mis conocidos, porque está fuera de mi alcance. Una parte importante del aprendizaje consiste en reconocer tus limitaciones.
Así que llevo ya años escribiendo en contra del aborto, diciendo que un hijo es lo más importante que existe, con independencia de si viene en buen o mal momento. Y me ha tocado vivirlo, como siempre. Pensé que estaba embarazada, a mis cuarenta y cuatro años, y se me vino el mundo encima. Porque yo ya no tengo salud ni fuerzas para cuidar de un bebé veinticuatro horas al día. Lo hubiera tenido, sin duda. No habría abortado de ningún modo. Pero me sentí terriblemente mal. Por una parte, por la preocupación de saber que no me sentía capaz ya de criar un hijo; por otra parte, por la culpabilidad de pensar que yo no deseaba de ninguna manera estar embarazada. Soy una persona de carne y hueso. No soy ninguna santa.
Así que supongo que la experiencia al menos me ha servido para saber ponerme en el lugar de tantas mujeres que se sienten desbordadas por su situación, a las cuales no les entraba en sus planes ser madres, ni cuentan con el apoyo necesario, ni se sienten con fuerzas para ello. Sin embargo, eso no significa que justifique el aborto, porque está claro que el bebé que crece en su interior no tiene culpa en absoluto de las circunstancias en que ha sido concebido. Con la ayuda necesaria, tanto personal como económica, practicamente cualquier mujer puede sacar adelante su embarazo y disfrutar de su hijo, o entregarlo en adopción; en lugar de sentirse desgraciada para siempre pensando que ha matado a su bebé. Todo tiene solución, salvo la muerte.
Así que llevo ya años escribiendo en contra del aborto, diciendo que un hijo es lo más importante que existe, con independencia de si viene en buen o mal momento. Y me ha tocado vivirlo, como siempre. Pensé que estaba embarazada, a mis cuarenta y cuatro años, y se me vino el mundo encima. Porque yo ya no tengo salud ni fuerzas para cuidar de un bebé veinticuatro horas al día. Lo hubiera tenido, sin duda. No habría abortado de ningún modo. Pero me sentí terriblemente mal. Por una parte, por la preocupación de saber que no me sentía capaz ya de criar un hijo; por otra parte, por la culpabilidad de pensar que yo no deseaba de ninguna manera estar embarazada. Soy una persona de carne y hueso. No soy ninguna santa.
Así que supongo que la experiencia al menos me ha servido para saber ponerme en el lugar de tantas mujeres que se sienten desbordadas por su situación, a las cuales no les entraba en sus planes ser madres, ni cuentan con el apoyo necesario, ni se sienten con fuerzas para ello. Sin embargo, eso no significa que justifique el aborto, porque está claro que el bebé que crece en su interior no tiene culpa en absoluto de las circunstancias en que ha sido concebido. Con la ayuda necesaria, tanto personal como económica, practicamente cualquier mujer puede sacar adelante su embarazo y disfrutar de su hijo, o entregarlo en adopción; en lugar de sentirse desgraciada para siempre pensando que ha matado a su bebé. Todo tiene solución, salvo la muerte.
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