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martes, 16 de noviembre de 2010

A mí que me borren

Mi hija mayor dice que soy machista y tal vez tiene razón. El caso es que hay actitudes del sexo femenino con las que no me siento en absoluto identificada. Esta mañana, como muchas otras, he visto a una señora de mi edad con tres hijos pequeños a la que conozco de vista desde hace años y nunca la he visto sonreir a ninguno de sus niños. Va con una cara avinagrada como si le doliera el estómago y no les dirige la palabra más que para reñirlos a pesar de que parecen unos niños muy formales. Siempre tengo que resistir la tentación de hablar con ella y preguntarle qué es eso tan grave que le impide disfrutar de la vida y hace que prive a sus hijos de la relación normal con su madre.

Justo después aparqué el coche y enfrente mío, al otro lado de la calle, había un coche parado en mitad del carril - sin intermitentes -, habiendo sitio de sobra para aparcar. Así que me quedé mirándolo y la conductora resulta que se estaba maquillando. En serio. Mientras, los autobuses tenían que hacer un quiebro para evitar su coche, mientras otros muchos se desviaban en el último momento al darse cuenta de que estaba parada... La chica estaba tranquilamente pintándose los labios, peinándose y volviéndose a retocar una y otra vez, durante al menos cinco minutos. Si eso es ser una mujer moderna, conmigo que no cuenten. Parecía un pavo real atusando sus plumas. Yo nunca he sido ni seré así tampoco.

martes, 26 de octubre de 2010

Tráfico

Conduciendo por la ciudad, aparecen situaciones que serían cómicas de no resultar tan serias. Por ejemplo, a la vuelta de una curva, en pleno cruce, hay un cartel publicitario enorme con una señora estupenda en paños menores. No sé si pretenden así acabar con los conductores masculinos. Luego se extrañarán del número de accidentes... Al poco, hay un carril con la flecha de obligatorio seguir recto y, de un metro para otro, aparece una flecha de dirección obligatoria a la izquierda. De manera que te ves obligado a cambiar de carril inmediatamente, sin tiempo para hacer la maniobra con seguridad. En la carretera de Valencia, sucede lo mismo con algunas señalizaciones que cambian de un carril a dos o viceversa en el último momento.

Después entramos a un aparcamiento de esos que tienen luces de colores para señalizar las plazas de garaje: verde si está libre, rojo si está ocupada y azul para minusválidos. Pero, para mayor seguridad, delante de las plazas reservadas han puesto vallas. No se les ha ocurrido pensar que un paralítico no puede bajarse del coche para retirar las vallas de protección. Así que, en lugar de hacerles un favor, de este modo les impiden el aparcamiento. A veces pienso que, cuanto más se busca señalar y regularlo todo, más se complican las cosas. Las personas que se encargan de ello da la impresión de que nunca comprueban los resultados. Si no, no se explica que les pasen desapercibidos unos problemas tan evidentes. A veces, conducir se convierte en toda una aventura, especialmente cuando visitas un lugar nuevo y desconocido. Por suerte, yo no soy la que conduce, porque me pondría de los nervios.

viernes, 4 de junio de 2010

Epidemia de minusválidos

Es cierto que en los centros comerciales suelen reservar demasiadas plazas de aparcamiento para este colectivo de personas, cuando, por desgracia, la mayoría de ellos no están en condiciones de conducir un coche. Sin embargo, esas plazas no quedan vacías, porque parece ser que en España hay un problema de minusvalía "mental" que afecta a muchos; los cuales deciden aparcar lo más cerca posible de la puerta del establecimiento, aunque no tengan ninguna clase de autorización para hacerlo. En otros países, eso supondría que les pusieran una multa, les llamaran por megafonía o les pegaran un adhesivo en el parabrisas. Aquí, no pasa nada.

Es lo habitual en un país donde las normas parece ser que están hechas para no cumplirlas. Sucede lo mismo con el botellón -teóricamente prohibido- y sobretodo cuando lo protagonizan menores de edad. Después nos alertan de los riesgos del alcohol, pero no hay manera de que la policía actúe. Tampoco los guardas jurados de los centros comerciales están dispuestos a jugarse su puesto de trabajo por perseguir la aplicación de la ley. Así nos va en todos los aspectos de la vida cotidiana. La legislación española es papel mojado, pero a nadie le importa la cantidad de dinero que se ha gastado en prepararla y aprobarla.