EDURNE URIARTE
Enésimo ejemplo de la
anomalía democrática es lo que está ocurriendo con los acosos comunistas
a los políticos del Partido Popular
APRENDEMOS a aceptar con la edad que hay cosas
que no podremos cambiar en nuestra generación, transformaciones a las
que no asistiremos, aunque tengamos la suerte de vivir tres o cuatro
décadas más. Otra cosa es que tampoco perdamos el ánimo de denunciarlas,
aunque sepamos, yo lo sé, que moriremos siendo minoría. Y así es, así
será, con la denuncia del comunismo, una ideología totalitaria y unos
regímenes asesinos que, sin embargo, siguen gozando de una increíble
impunidad intelectual en las sociedades libres. En contraste con el
nazismo y el fascismo, ambos rechazados sin paliativos por la izquierda y
por la derecha, el totalitarismo comunista no sólo es reivindicado con
un descarado orgullo por la izquierda, sino que la propia derecha
colabora en el engaño histórico de que el comunismo habría sido,
seguiría siendo, una ideología menos rechazable que el nazismo o el
fascismo.
Enésimo ejemplo de la anomalía democrática y
ética anterior es lo que está ocurriendo con los acosos comunistas a los
políticos del PP. La izquierda, por supuesto, apoya los acosos. La
izquierda socialista lo hace con algunos matices, pero los justifica
llamándolos «escraches» que es una forma de legitimar la agresión y la
violencia, no sólo eliminando el nombre, tampoco es lo mismo lucha
armada que asesinato, sino criminalizando a los perseguidos, con eso de
que los objetivos de los «escraches» argentinos eran los criminales de
la dictadura, ergo, estos objetivos de la derecha española serían
también otros criminales. Al estilo de Ada Colau, que los llama así
desde el mismísimo Congreso de Diputados.
Y, por supuesto, la izquierda comunista no sólo
los apoya, sino que los organiza y los protagoniza, o los lidera desde
las mismas instituciones, como la consejera comunista de la Junta de
Andalucía que llama al acoso a la derecha desde su sillón de la
Consejería. Y aquí llega lo del buen comunismo porque ni la propia
derecha se atreve a llamar a esta campaña violenta con su apelativo
ideológico correcto. Resulta que esto que hacen los comunistas españoles
sería «fascismo» o «igual que el nazismo», como si el único extremismo
violento y las únicas ideologías totalitarias estuvieran en la extrema
derecha. Como si el comunismo no hubiera existido jamás o hubiera sido
esa maravillosa utopía a la que siguen cantando los comunistas.
Son excepciones artículos como el de Luis Ventoso
el sábado en este periódico llamando a esto con su nombre, «Festival
neocomunista». La mayoría de la propia derecha sigue con lo del
fascismo, confirmando que estamos donde estábamos, en lo que
Jean-François Revel llamó hace bastante La grande parade (2000) sobre la supervivencia de la utopía socialista.
Y mucho me temo que volveré a citar de nuevo a
Revel, que aquello de que «los negacionistas nazis no son más que un
puñado. Los negacionistas procomunistas son legión» seguirá mucho tiempo
vigente, que el comunismo será salvado una y otra vez hasta por la
propia derecha. Y su violencia actual será traspasada conceptualmente a
la extrema derecha. Resulta que los violentos de Ada Colau son
fascistas, dice la propia derecha. Pues no, son comunistas, y la derecha
no podrá combatirlos si no empieza por identificarlos ideológicamente.
abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20130416&idn=151168253197