(...) "El PP debería mostrar de una vez si ofrece algo más que eficiencia gestora y sentido común económico. La evolución de la derecha española desde la Transición se caracteriza por la tecnocratización y el complejo de inferioridad cultural frente a la izquierda. La derecha ha abdicado del combate de las ideas: parece asumir que la superioridad moral corresponde in aeternum a la izquierda, que cualquier ideologización de las campañas favorecerá a ésta, y que ella sólo puede ofrecer hechos, resultados (“lluvia fina”, gestión aseada que “habla por sí misma”: si el PP hubiese leído a Nietzsche, sabría que “no hay hechos, sino interpretaciones”). Rajoy dijo recientemente en el Senado: “en España el problema no es ideológico, sino la incompetencia de unos gobernantes que nos han llevado a esta situación”. Pues eso.
Las razones de esta situación son variadas. De un lado, la alargada sombra del franquismo, que lastra a la derecha (¡todavía!) con un complejo de culpabilidad histórico. De otro, un análisis sociológico (atribuido, con razón o sin ella, a Pedro Arriola) que presupone que España es metafísicamente de centro-izquierda, que el voto de derechas es pragmático y el de izquierdas ideológico (lo cual no puede sorprender, si la derecha lleva décadas insistiendo en que no tiene ideología), y que la vía hacia la victoria estriba en “dormir el partido”, evitar los temas ideologizables, y conseguir que una parte de esa mayoría natural de centro-izquierda se quede en casa el día de las elecciones.
Creo que este análisis es políticamente erróneo y moralmente injusto. Es erróneo porque da por supuesta la inevitabilidad de la hegemonía cultural de la izquierda. Si el fiel de la balanza nacional se encuentra actualmente algo escorado a la izquierda, ello se debe precisamente a décadas de descafeínamiento tecnocrático y claudicación cultural por parte de la derecha, de campañas que apelaban sólo a la gestión eficaz, y no a principios, ideas, valores. En otros países, la derecha democrática ha conseguido victorias históricas cuando le ha disputado a la izquierda la hegemonía cultural y ha cuestionado su autoatribuida superioridad moral (así, Reagan y Thatcher en los 80; también el Sarkozy que al llegar al poder en 2007 anuncia “hoy ha acabado definitivamente mayo del 68”). Cuando se ha atrevido a proclamar que tenía una visión del mundo propia, además de mejores balances contables.(...)"
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