Estuve en el supermercado haciendo mi compra semanal y pude ver cómo la señora anterior en la caja llevaba una cantidad de compra desproporcionada. La comida era mucha para una semana, pero los productos de limpieza parecían al menos para un mes. Me pregunto cómo es posible gastar tres botes de champú y dos de detergente en siete días. Y no creo que fuera por estar en oferta. Lo he visto más veces. A riesgo de que me consideren cochina, tengo que decir que limpiar significa quitar la suciedad de una cosa; por tanto se supone que debe estar sucia. El exceso de limpieza es malo para la piel y el medioambiente, ya que los detergentes acaban llegando con las aguas residuales a los ríos y mares. Muchas alergias provienen también de la eliminación de las bacterias beneficiosas que viven sobre nuestro cuerpo.
Pero, aparte de limpiar demasiado, con la pérdida de tiempo que eso supone, la gente también come demasiado. Una vez más parece ser que existen muchas enfermedades derivadas de excesos en la alimentación. Resulta mucho más sano irse a la cama con un poco de hambre que demasiado saciado. Pero la costumbre de la sobrealimentación está muy arraigada en nuestra sociedad. Hay incluso quien sustituye los alimentos por otros dietéticos para poder seguir tomando igual o más, con lo cual la cesta de la compra les sale más cara. Al menos espero que la crisis sirva para volver un poco a la normalidad y al equilibrio. Comer y lavarse no deberían convertirse en una meta que nos complique todavía más la vida. Todo tiene su medida ideal.