Yo comprendo que existen carreteras tan transitadas durante el curso que es imposible acometer obras en ellas. Pero, existen otras que se encuentran desiertas diez meses al año y no tienen ningún problema de saturación por horas. Siendo así, no me cabe en la cabeza - debo ser muy obtusa -, por qué los responsables de obras públicas deciden siempre empezar nuevos carriles en plena operación salida vacacional. Justo en los tres o cuatro días al año en que todos los carriles son imprescindibles, nuestras lumbreras descubren que es imprescindible asfaltar y realizar los desvíos correspondientes. A veces pienso que lo hacen a mala idea por envidia, ya que ellos no disfrutan de vacaciones. Pero lo que es imperdonable es que esos entuertos de tráfico provoquen cada año cientos de accidentes en la carretera.
Técnicas y tratamientos medioambientales. Es lo que pone ahora en los camiones de la basura. Desde que los peluqueros pasaron a ser estilistas y los modistos diseñadores, no había leído algo tan absurdo. Lo triste del caso es que ni siquiera es cierto. Uno tira su basura tecnológica al contenedor correspondiente, esperando que lo desmonten chip a chip y le den otro uso. Pero lo cierto es que, a menudo, acaban en vertederos en países lejanos. Lugares donde, por supuesto, no existe normativa medioambiental alguna. Contaminan el suelo y el agua que consumen sus habitantes. Eso sí que es un crimen de lesa humanidad. Pero siempre salen inmunes. A nadie le interesa seguir la pista de los ordenadores, teléfonos móviles o televisores que ya no encuentran hueco en nuestra casa. Preferimos el eufemismo de lo políticamente correcto, aunque no se sustente en la realidad.