Poniendo la televisión se ve que el principal entretenimiento de este país consiste en fisgonear las vidas ajenas. Tengo que reconocer que yo también a veces pico en esa manera de pasar el tiempo. Es muy fácil opinar y juzgar sobre las actitudes de otros, pero no es tan sencillo examinar nuestras propias vidas. ¿Cómo manejo yo mi tiempo y mi dinero?, ¿cuánta atención le presto a mis seres queridos?, ¿me importa de verdad el resto del mundo?. Es muy cómodo sumarse a la consigna de moda, -que un día es Palestina, otro las ballenas o el cambio climático-. Pero, existen situaciones difíciles más cerca de nosotros, a la vuelta de cada esquina. Hay problemas endémicos, como la malaria, a los que nadie presta atención. Hay injusticias graves que, por sabidas, ya no salen en los telediarios. ¿Qué hacemos nosotros en nuestras vidas a favor del medio ambiente, de los necesitados o nuestras propias familias?. Eso es lo que de verdad cuenta.
Para hacer examen de conciencia no hace falta ir a la iglesia, aunque también ayuda. Conviene pararse de vez en cuando a pensar si estamos satisfechos con nuestra vida. A veces no empeñamos en hacer lo que la sociedad espera de nosotros, en lugar de lo que nosotros realmente deseamos. La presión en ese sentido es ahora más fuerte que nunca. Lo políticamente correcto se ha convertido en una norma férrea. Así que os invito a que dejéis de pensar en lo que los demás hacen o dejan de hacer, y dediquéis un poco de tiempo en las vacaciones a reflexionar sobre si estáis haciendo lo correcto con vuestras vidas; no lo que otros opinan que es normal o lo que hace todo el mundo; sino lo que os puede hacer realmente felices. La felicidad verdadera no se obtiene de cosas materiales, sino de la relación con el prójimo, para intentar crear entre todos un mundo mejor.