Hace aproximadamente dos años que empecé a ver ambos programas. Los dos tienen cualidades: son entretenidos, interesantes y divertidos; y los dos tienen el mismo defecto: querer haber sido caballo de batalla al servicio de una ideología política y moral. El hormiguero lo veía con mis hijos y, a pesar de ser ya todos mayores, acabé por vetarlo porque me estaba dando ya vergüenza ajena.
Siendo un programa dirigido a los niños, no hay frase que no contenga alusiones sexuales o referencias a los genitales de los presentadores. A parte del gusto por lo escatológico -que ya estaba resultando repugnante-, y las entrevistas a personajes afínes que nos ponen al día de su vida íntima sin que les preguntemos. Una pena, realmente, porque había otras entrevistas y secciones que valían la pena.
Sin embargo, Sé lo que hicistéis ha seguido un poco la trayectoria contraria. Tras un tiempo en que las alusiones políticas y antirreligiosas estaban a la orden del día, también dejé de verlo. Pero ahora parece que han rectificado y puedo seguir todo el programa sin sentirme ofendida o insultada. Al menos, ultimamente. Espero no tener que rectificar estas líneas la semana que viene... Lo único que me molesta ahora, es que se dediquen a criticar la música sudamericana que no comprenden.
Lo que demuestra que se puede hacer un programa de entretenimiento para todos sin utilizar el recurso fácil del insulto y la burla, el lenguaje obseno y la provocación. Además, lo curioso es que ellos mismos deberían ser los primeros interesados en atraer a un público lo más variado posible. Al fin y al cabo, su supervivencia depende de la audiencia y todos sumamos, sea cual sea nuestra ideología.