El paro es una tragedia que afecta a millones de personas en España. Entre ellos, existen algunos que viven con sus familias, son jóvenes y no tienen excesiva prisa por encontrar un empleo. Hay otros que sí necesitan trabajar pero afortunadamente un miembro de la pareja todavía lo hace, y así salen adelante. Pero existen muchos otros cuyas necesidades no pueden esperar porque no tienen dinero para hacer frente al pago de la hipoteca, o se ven obligados a comer en comedores sociales. Hay muchos inmigrantes que vinieron buscando un futuro mejor y ahora ni siquiera tienen dinero para volverse a sus países de origen. Existen padres angustiados porque no saben cómo van a comprarles ropa a sus hijos para el siguiente curso.
Esas historias no pueden esperar. Merecen una solución inmediata. No les vale con ayudas simbólicas o promesas ilusorias. Su día a día se lo soluciona en la mayoría de los casos la Iglesia a través de los servicios de Cáritas Diocesana. Aún así, hay quien sigue empeñado en quitar las subvenciones del estado por simples razones ideológicas. Sin embargo, el paro es una situación estresante para cualquiera, aunque no esté en situación límite, porque día tras día se preguntan si su situación mejorará. Empiezan a dudar de sus capacidades y se sienten una carga para sus familias. Pasarse el tiempo esperando a ver si se arreglan las cosas y si su futuro profesional tiene arreglo es algo muy duro también; y mientras nuestro gobierno sigue pensando que no es para tanto...