Uno pensaba que, con aprobar el exámen de Pau, ya estaba hecho lo más difícil, pero eso sólo es el comienzo de la aventura. Entonces, les dan un sobre cerrado con una clave que sirve para ver su nota en internet. En el caso de mi hijo, ese papel estaba arrugado en el fondo de su mochila. Así que entramos en la página de la universidad y había al menos tres sitios con clave, pero sólo uno funcionaba. Si has hecho reclamación de alguna nota, te contestan estilo ministerio: sí o no. Toda la página parece ser un acertijo con múltiples opciones y ninguna explicación. Después de la nota, hay que hacer una preinscripción pidiendo varias carreras a ojo, porque las notas de corte salen después. Este proceso se hace on line en unas fechas determinadas, con lo cual, si tienes el ordenador estropeado, te quedas fuera. Otro día, entras en otro apartado, con la misma contraseña, donde te dicen si te han admitido.
Entonces, llega una carta con una serie de instrucciones que están en la página web. Pero, al mismo tiempo, te envían al móvil una clave nueva, y tienes que ir a buscar los papeles de inscripción de la matrícula a la universidad. Pero, cuando llegas allí sólo te entregan un sobre vacío y más instrucciones para descargar otro documento con la nueva clave en internet. Así como una cita en día y hora determinados para entregarlo. De manera que, si no consigues la descarga o pierdes la contraseña o llegas tarde a la cita, también te quedas fuera. Y, digo yo, ¿no hubiera sido más sencillo sacar listas públicas como antes y entregarles la documentación completa en mano; en lugar de hacer un proceso tan enrevesado, con tantas posibilidades de error, que parece una prueba de iniciación para entrar en una hermandad secreta. Y eso no es más que el comienzo... (Todo es absolutamente real, no inventado). Una vez allí, resulta que los documentos que te han pedido no se los quedan, y en cambio te piden otros.