Llevo veinticinco años dedicado a la educación y es evidente que desde que comencé en esta apasionante profesión han cambiado mucho las cosas. Hace veinticinco años «reinaban» en la televisión los payasos de la tele, Heidi, Marco, Los hombres de Harrelson y otras series similares. Hoy «gobiernan» nuestras abundantes parrillas Física y Química, El internado y demás series de contenido similar. Hace veinticinco años todavía era costumbre en España, así llamábamos entonces a este país, ceder el asiento en los transportes públicos a las personas de edad y a las señoras, hoy esto último seguramente sería tildado como falta grave a la Ley de Igualdad. Hace todos esos años, los mayores corregíamos a los de menor edad sin importar si eramos directamente responsables de su educación o no. Hoy seguramente es una imprudencia o una temeridad corregir a cualquiera de nuestros menores aún siendo directamente responsables de su educación.
Salen al ruedo, como siempre al finalizar el curso escolar, informes que constatan que en nuestra España los alumnos son mucho más incultos que lo han sido nunca y nos rasgamos las vestiduras ante su tan cacareado y manido fracaso escolar.
El fracaso escolar de un país desarrollado como el nuestro es un auténtico fracaso social, es el fracaso de una cultura entera en la que han desaparecido como por ensalmo expresiones como responsabilidad, esfuerzo y autoridad. No sólo ha desaparecido la autoridad de nuestra sociedad sino que se ha repudiado el vocablo. Y me refiero a autoridad no a autoritarismo, no a violencia, no a represión como desde algunas instancias se nos pretende hacer creer.
Si queremos solucionar el tan políticamente estrujado fracaso escolar miremos hacia atrás sin rencor ni miedo y recuperemos esa conciencia social que durante tantas generaciones han transmitido padres a hijos, recuperemos una sociedad que lleva camino de sufrir una crisis más profunda que la económica, una crisis de valores… y una sociedad sin valores es una sociedad encaminada al fracaso.
Ángel González
Es el momento de aunar esfuerzos y llamar a las cosas por su nombre, la sociedad que no es capaz de educar a sus jóvenes está encaminada al fracaso, al fracaso social.
/www.profesionalesetica.org/2010/06/23