" (...) Tras el baby-boom de los años 70 que conformaba una perfecta pirámide poblacional y permitía unas favorables expectativas futuras para el regimen de jubilaciones, la drástica disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida hasta los 80 años, motivan la aparición del fantasma de la quiebra del sistema de pensiones, cada vez más próximo. Para conjurar este riesgo se proponen diferentes medidas tales como aumentar la edad de jubilación hasta los 67 años, o hasta los 70, como sugiere el Instituto de Empresa Familiar. Pero por más que se maree la perdiz las cuentas del Estado distan mucho de cuadrar, porque al envejecimiento de la población le sigue consecuentemente un paro incesante que no se detendrá hasta el colapso total de nuestra actividad económica. Pues es bien sabido que las personas mayores no consumen, en contraposición con los niños que lo hacen ya antes de nacer.
Por lo tanto, y el sentido común nos lo grita : si no hay nacimientos no hay futuro. Y si queremos ver de nuevo en marcha la maquinaria de la industria y el comercio no habrá más remedio que incentivar la natalidad, fomentando las familias numerosas, pues los hijos que esta situación desesperada requiere sólo nacen en el ambiente de seguridad y permanencia que la familia posee, y no de otras uniones eventuales y pasajeras por más santas que sean. No cabe esperar, tampoco, a que nos resuelvan el problema los emigrantes, obligados a vivir en pisos-patera en condiciones infrahumanas.
El incentivo, en exclusiva para las mujeres nacionales, no ha de ser menor de 200 euros por hijo y mes, a partir del tercero y hasta la mayoría de edad, y sin retención alguna. El sacrificio -o ajuste, como gustan decir algunos entendidos-, exigido por tal medida, sería aceptado de buen grado por el contribuyente que vería despejado el horizonte de tan negros nubarrones. La prosperidad económica seguirá forzosamente a la expansión demográfica.
Las múltiples manifestaciones del pasado día 7, y como era de esperar, no han conseguido conmover lo más mínimo el ánimo de los promotores de la Ley, que entrará en vigor el próximo mes de julio. Los líderes del Partido Popular se justifican ante la mayoría de sus entusiastas seguidores con la tibia promesa de recurrir la Ley ante el Tribunal Constitucional. Globos, pancartas y carteles tiñeron de rojo los pueblos de España para sólo conseguir la hilaridad de los detractores. Pero distinto sería su semblante si el color elegido fuese el blanco, preludio de ese voto de castigo para la clase política actual que sólo busca enriquecerse a costa de nuestros sudores. Voto de supervivencia, y solidario con los seres, engendrados en la irresponsabilidad y destruidos en la indefensión, llamados a ser nuestro futuro y relevo generacional".
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