"Hay un tercer colectivo al que pertenecen (los sacerdotes pederastas): el de los progresistas  (entendiendo progresista en el sentido estrecho de quienes defienden y  practican la moral sexual de la revolución sexual progresista de los  60). Efectivamente, la revolución sexual defiende que las relaciones  fuera del matrimonio son tan lícitas como en su seno, que la  homosexualidad es una experiencia tan legítima y aceptable como el sexo  natural, y que los adolescentes tienen “derecho” a “liberarse” de la  tutela de sus padres y las religiones para disfrutar de la sexualidad  sin límites ni tabúes. Recordemos que, según mostró el estudio antes  citado, la mayoría de las agresiones sucedieron en Estados Unidos en los  años 60 y 70, cuando buena parte del clero e incluso algunos obispos  estadounidenses se manifestaron públicamente en contra de la moral  sexual católica y a favor de la moral sexual progresista. Y que los  casos cayeron en picado, hasta tasas inferiores a las de los años 50,  cuando a principios de los 80 Juan Pablo II el Grande restauró la  disciplina y la integridad del Magisterio. Parece bastante verosímil que  unos individuos que defendían públicamente la bondad de, entre otras,  las relaciones homosexuales con adolescentes, se decidiesen en algunos  casos a ponerlas en práctica en privado.
Especialmente cuando, además, la respuesta de sus superiores los  obispos no fue la tradicional. Según el Código de Derecho Canónico, el  culpable de estos pecados y crímenes nefandos debía ser apartado del  sacerdocio, si se arrepentía de sus crímenes debía cumplir una  penitencia muy severa y, por el propio bien de su alma, jamás debía  volver a tener contacto con niños que pudiesen hacerle recaer en sus  bajas tendencias. Así, a alguien con tantos méritos de otro tipo como el  padre Marcial Maciel, le fue prohibido aparecer en público y se le  recluyó en un retiro penitencial hasta su muerte. Sin embargo, muchos  obispos decidieron no aplicar esta práctica “represiva” y, por el  contrario, dieron a los agresores el trato que los progresistas dan  habitualmente a los criminales de todo tipo. Como los delitos no eran  responsabilidad de los agresores, sino de la “sociedad” que los había  educado mal, los enviaron a terapias de reeducación psicológica y  psiquiátrica (a menudo con psiquiatras de escuelas anticatólicas) y  después “les dieron la oportunidad de reinsertarse”. Y al igual que los  violadores laicos al que nuestro sistema penal progresista pone en la  calle para que sigan atacando a mujeres inocentes, los pederastas  religiosos a los que sus muy progresistas obispos pusieron en otras  parroquias continuaron destrozando la vida de inocentes muchachos.(...)
blogs.hazteoir.org/minaya/2010/03/24