(Fragmentos del libro Once minutos)
Reflexiones de una prostituta hasta que descubre el amor.
El deseo profundo, el deseo más real es aquel de acercarse a alguien. A partir de ahí, comienzan las reacciones, el hombre y la mujer entran en juego, pero lo que sucede antes, la atracción que los unió; es imposible de explicar. Es el deseo intacto, en estado puro.
El que está enamorado, hace el amor todo el tiempo, incluso cuando no lo está haciendo. Cuando los cuerpos se encuentran es simplemente la gota que colma el vaso.
De tanto convivir con las personas que vienen aquí, llego a la conclusión de que el sexo ha sido utilizado como cualquier otra droga: para huir de la realidad, para olvidar los problemas, para relajarse. Y, como todas las drogas es una práctica nociva y destructiva. Si una persona quiere drogarse, ya sea con sexo o cualquier otra cosa es problema suyo; (...) Pero si se trata de avanzar en la vida, tenemos que entender que lo “bueno” es muy diferente de lo que es “mejor”.
Durante toda mi vida he entendido el amor como una esclavitud consentida. Es mentira: la libertad sólo existe cuando él está presente. Aquel que se entrega totalmente, que se siente libre, ama al máximo”.