España se ha convertido en uno de los países donde más divorcios se producen al año. Tantos que me pregunto cuánto tardarán en ser mayoría las parejas divorciadas sobre las casadas. Ante estas situaciones siempre sale el comentario de "es mejor para los dos porque no podíamos seguir así". Pero estoy convencida de que al cabo de unos años, tal vez cinco, tal vez diez, la mayoría de ellos se arrepienten de haber dado ese paso y se preguntan si hicieron lo suficiente para evitarlo.
La convivencia no es fácil, menos todavía entre dos personas que pasan mucho tiempo juntas. Además el tiempo pasa y las circunstancias cambian obligando a cada cual a adaptarse, no sólo a sus propios problemas sino también los de su pareja. Se añade la falta de tiempo, el cansancio, el estrés, la preocupación por los hijos si los hay... y llega un momento en la vida de toda pareja en que te preguntas si vale la pena seguir luchando por entenderse.
Lo fácil es marcharse, abrir la puerta y no volver más. Lo cómodo es decir lo que piensas, no escuchar y zanjar el tema. Lo rápido es poner tierra por medio, firmar unos papeles y olvidar el pasado. Pero entonces estás tirando a la basura unos años, todo el cariño que pusiste en esa persona, toda la ilusión y los planes de futuro, a cambio de nada. Te espera un futuro incierto donde posiblemente no encuentres a nadie mejor y no vuelvas nunca a recuperar lo que tuviste.
Es fácil acabar una relación, lo difícil es quedarse, lo duro es intentar olvidar, perdonar y seguir adelante. Pero el éxito es para los luchadores, para los que no se rinden, para los que buscan puntos en común entre las desavenencias y se agarran a los buenos recuerdos, a lo que hemos vivido juntos. Las parejas que perduran no son las que tenían todo a favor, sino las que no tiran la toalla. El amor no es una loteria, es un trabajo diario.
No existe la relación perfecta ni la persona ideal que va a complementar todas tus necesidades. No hay rosas sin espinas ni es cierto que algunos no discutan nunca o no se peleen. Nadie está siempre de acuerdo, nadie se lleva siempre bien. La diferencia está en que algunos miramos adelante y no nos dejamos vencer por las dificultades. Ponemos la voluntad de querer por encima de todo y eso hace que todo compense. El premio es la felicidad.