En mis cuarenta y tres años no he visto cambios apreciables en el clima. Hay años más secos en que apenas llueve, otros más fríos, pero también más calientes y lluviosos. Detrás del famoso cambio climático hay todo un negocio montado donde algunos, como Al Gore se están forrando, diciendo a los demás que ahorren energía mientras él la despilfarra en su propia casa. Si tanto le importa el tema, debería vivir en una cabaña en el bosque. Es tremendo pensar lo fácil que resulta manipular la opinión pública. Hace pocos años nos decían que nos íbamos a congelar por el efecto invernadero, y ahora resulta que se va a calentar el planeta.
¿Qué nos dirán dentro de veinte años? Lo que sea necesario para justificarse. En la historia del planeta tierra todo el mundo sabe que ha habido largas temporadas en que el hielo lo cubría todo y otras más cálidas. Depende principalmente de la actividad solar en la cual no tenemos ninguna influencia. Está bien ser ecologista y preocuparse por preservar las masas boscosas del Amazonas y la biodiversidad. Pero no tiene sentido hacernos sentir culpables, cuando lo cierto es que en la ciudad de Las Vegas o Nueva York se despilfarra más energía que en algunos países enteros de África y nadie les reprocha nada.
Lo que no se puede pretender es que los países pobres sigan sin poder poner redes eléctricas o industria, porque perjudican al planeta, mientras nosotros seguimos con nuestros ordenadores y nuestras pilas. Tampoco es razonable pensar que vamos a renunciar a la tecnología y volver a la Edad Media por un supuesto riesgo climático grave. Hay tantos informes a favor de esta teoría como en contra, pero también hay grandes intereses empeñados en fomentar a unos y silenciar a otros. El cambio climático, si lo hubiera, tardaría décadas en suceder, y mientras se prueba o no, lo que está claro es que algunos se están llenando los bolsillos a nuestra costa.
Lo que realmente debería preocuparnos son los millones de niños abortados cada año en el mundo. Eso sí que son datos reales y tangibles.