Siempre fui una niña debilucha. Llegaba la última en todas las carreras y acababa el día agotada. Me acostumbré a ahorrar energía porque no me quedaba otra. Supongo que, si hubiera sido sensata, no habría tenido hijos. El esfuerzo de los embarazos y los partos era demasiado para mí. Si hubiera nacido hace cien años, probablemente hubiera muerto a causa de la gestación. Tuve problemas de salud y unos partos complicados. Sin embargo, volvería a pasar otra vez por todo.
Si me dijeran que puedo volver atrás y ser una ejecutiva de éxito, con dinero y posibilidades de marcharme de vacaciones en cualquier momento, no me tentaría la idea. Creo que mi destino era conocer a mi marido y tener a mis tres hijos. No cambiaría por nada los años que he pasado criándolos, aunque ahora ellos ya no recuerden la mayor parte. He sido feliz así y pienso que, si me muriera ahora mismo, ya habría vivido lo suficiente.
Claro que me gustaría envejecer junto a mi marido y conocer a mis nietos, pero creo que ya he hecho lo más importante, lo que realmente me hace feliz. Sin embargo, es cierto que me he dejado parte de la salud en ello. Mis problemas de circulación, digestivos y de huesos vienen del sobresfuerzo que he hecho, pero ha valido la pena. Así que, sintiéndome así, cómo no iba a motivarme la lucha contra el aborto. Dar la vida es lo más bonito que existe.