Estando en el supermercado, me ha llamado la atención que los dependientes parecen ser más amables de lo habitual. Tal vez es que la gente ha pasado de abominar del trabajo como una maldición a sentirse afortunados por el hecho de trabajar. Le decía a mi marido que no se queje porque ya no tiene vacaciones, porque muchos desearían no tenerlas con tal de tener un empleo. En tiempo de crisis y paro, al menos la gente aprende a valorar lo que tiene. También creo que se sienten más solidarios. Otro efecto es que aumenta la competividad: tienes que esforzarte más para no perder el trabajo, ya que sobran candidatos para cubrir el puesto. Pero también algunos pueden darse cuenta de que hay vida fuera del trabajo
La humanidad ha progresado históricamente a base de guerras y de crisis. Es triste pensarlo, pero la mayoría de los adelantos técnicos que disfrutamos surgieron más de la necesidad que de la inventiva. Hoy en día, los descubrimientos los suele hacer la industria espacial, que también tiene aplicaciones con fines militares. Es decir, que las crisis del tipo que sean obligan a exprimir el intelecto, y también sacan lo mejor y lo peor de cada cual. Realmente, creo que nos puede venir bien, para todos aquellos que habían puesto todo su interés y su esfuerzo en el ocio, el placer y el presente. Tal vez de esta manera se den cuenta de que las cosas no son tan seguras como parecen y nunca se sabe lo que deparará mañana.