La playa es todo un experimento sociológico. Por ejemplo, mujeres que en su vida diaria serían incapaces de salir a la puerta de su casa en ropa interior, pasean por la playa en bragas sin ningún pudor. Asimismo, hombres que nunca se pondrían siquiera pantalón corto, no tienen inconveniente en bañarse en slip. Será porque la masa lo justifica todo y lo consiente, diluído en el total. Pasa algo parecido con los hombres de color (negro). Me temo que era bastante incapaz de distinguirlos entre sí, hasta que empecé a obligarme a mí misma a fijarme en sus rasgos. Me pasa igual en los hospitales: las mujeres con bata blanca me parecen todas iguales y eso me hace sentir un poco culpable. A las de la farmacia, no se ubicarlas si las encuentro en la calle. Supongo que ellas ya lo tienen asumido. Pertenecer a un colectivo te hace entrar en el anonimato, quieras o no. Ocurre igual con los bomberos y policías.
En nombre de esa impunidad que da la masa se han hecho auténticas barbaridades en las guerras, que son el máximo exponente de esto.Para una observadora de la vida, como yo, la playa es como un hormiguero cortado en transversal que te permite observar el comportamiento de esos extraños animales, llamados seres humanos. A veces me pregunto qué opinarán los vendedores negros de la playa sobre nuestro doble rasero moral en cuanto a vestimenta; o sobre nuestras familias con tan pocos niños y, muchas veces, a cargo de los abuelos solamente. Sería interesante tener una larga charla con ellos. Al menos espero que se lo pasen bien y hagan negocio, que ya se lo han ganado sólo con el viaje de ida.