Antiguamente los viajes en coche tenían el aliciente de perderse por las montañas y tener que desandar el camino, lo cual daba un rosario de jugosas anécdotas para contar. Ahora también acabamos subiendo puertos, pero por indicación del aparato electrónico con voz de mujer. El GPS puede ser una gran ayuda cuando no se conoce el camino, pero también provoca confusiones importantes. Por ejemplo, cuando el mapa no está actualizado y nos dice que estamos conduciendo a campo a través; o cuando la señorita se empeña en que nos metamos por dirección prohibida. Me pregunto si vale la excusa de: señor agente, es que me lo dijo el gps. También hay veces en que nos obliga a contar todas las salidas de la rotonda, de manera que no nos da tiempo a mirar los letreros indicativos.
Pero, lo más agobiante es cuando empieza: después de 300 m. gire a la derecha, luego gire a la izquierda..., y acabas haciéndote un lío que ya no sabes por dónde tienes que girar ni cuando, porque no puedes ir contando los metros tampoco. A veces le pides el camino más corto y te lleva de ruta turística por toda la zona, cuando había una carretera nacional a la vuelta de la esquina. Sin embargo, lo peor son los avisos de radar. Con eso debe pasar como con el famoso lobo, que llega un momento en que ya no haces caso y te pillan. Yo creo que el GPS lo ha inventado la policía para llevarte por los sitios más complicados, para que así no puedas correr ni adelantar. Sin embargo, a mí lo que más me despista es cuando dice: continúe por su izquierda, y no hay más que un carril, ¿es que quiere que pasemos al sentido contrario? Está loco el GPS... Por suerte, siempre podemos dar la vuelta, cuando sea posible.