Hace unos cincuenta años existía la costumbre en España de que los amigos del novio le pagaran una prostituta para que lo iniciara en el sexo, ya que solían ser vírgenes. No digo que estuviera bien, pero tenía su razón de ser. Aquello ha ido degenerando como todo y ahora se celebra el acontecimiento siendo ambos más o menos infieles a su pareja con un acompañante de pago. Ese ritual incluye borrachera, drogas si es lo habitual y situaciones vergonzosas que quedan grabadas en video para la posteridad. En otras palabras, se sienta un mal precedente, con el cual no es extrañar que la mayoría de los matrimonios acaben en divorcio. Por no hablar del gasto que supone y el riesgo que se corre en ese desmadre.
Sin embargo, decir estas cosas, por supuesto, suena retrógrado y carca, y va contra el mandamiento de la modernidad: harás lo que te dé la gana y no pensarás en las consecuencias. Me pregunto cómo pueden presentarse a continuación ante su pareja, con resaca y, seguramente, sin acordarse de lo que hicieron la noche anterior, o con quién. ¿Qué clase de confianza puede existir entre dos personas que empiezan su vida en común engañándose?. El matrimonio no puede ser una excusa más para el desenfreno y el despilfarro. Se puede celebrar una cena con amigos, sin necesidad de vivir abochornado el resto de tu vida. A veces pienso que algunos se casan sólamente por celebrar esta fiesta, y otra después del divorcio.