Varios días me han metido entre los anuncios de la página uno de una agencia de adopciones para pareja homosexuales, sobre lo cual estoy absolutamente en contra. Precisamente, hace poco pasé por el hospital en la zona de maternidad, y estaban las cunitas en las puertas de las habitaciones, cada una con un lacito azul o rojo, según el sexo del recién nacido. No había lazos verdes o naranjas para aquellos de sexualidad dudosa. Físicamente, sólo existen dos géneros: masculino y femenino. Otra cosa es que se pueda tener un trastorno psicológico que te haga desear tener otra identidad sexual. En algún caso puede ser incluso genético, pero lo habitual es que sea inducido por circunstancias ajenas. Existen padres y madres, por desgracia, que desearían haber tenido un niño en lugar de niña o viceversa, e inculcan a sus hijos desde la cuna gustos y aptitudes que no son propios de su condición sexual.
Es bien sabido que los homosexuales masculinos suelen sentirse especialmente ligados a su madre, mientras sienten rechazo por la figura masculina. Esta relación exclusiva tiene mucho que ver con su elección. Por eso, es fundamental que los niños reciban durante su infancia una influencia fuerte masculina y otra femenina. De este modo, sí pueden elegir libremente su sexualidad y, en la mayoría de los casos, se identifican con aquella que concuerda con sus características físicas. Un niño criado por homosexuales carece de referencias sobre la actitud normal generalizada que predomina en la naturaleza, y que además es la única que posibilita la reproducción dentro de una pareja. Sin ese ejemplo, es fácil que se confunda al hacer su elección, o incluso que no llegue nunca a definir su identidad sexual, con el sufrimiento que ello supone.
Música: Laura Pausini. La soledad.