Uno de esos lemas populares hoy en día dice que los matrimonios largos funcionan porque esas mujeres aguantan de todo. Me pregunto qué se supone que he aguantado durante estos veinte años. Nada que no hubiera tenido que soportar en cualquier otra relación humana. Si fuéramos tan estrictos con nuestros padres como lo somos con nuestra pareja, tendríamos que independizarnos a los cuatro años. Si fuéramos tan directos con nuestro jefe, no habría trabajo que nos durara. Cualquier relación entre dos personas adultas exige grandes dosis de paciencia y tolerancia, y provoca toda clase de decepciones y frustraciones. Y, sin embargo, lo aceptamos como algo natural, cuando se trata de trabajo o familia consanguínea, pero no estamos dispuestos a hacerlo por la pareja.
Tendríamos que comprenderlo con más razón, tratándose de un compañero de por vida que hemos elegido voluntariamente y padre de nuestros hijos. La convivencia diaria exige aceptar al otro con sus virtudes y defectos, aunque cada cual intente adaptarse en lo posible a las necesidades ajenas. Sin embargo, algunos pretenden cambiarlo según un molde a su medida y, eso, naturalmente, no funciona. No es verdad que el amor se acabe, que la gente cambie sin remedio o que ser felices para siempre sea un mito. Eso lo dicen naturalmente aquellos que han tenido mala suerte o no han sabido cuidar su relación. Lo que no entiendo es qué ganan algunos con querer ensuciar la imagen de las parejas estables con sospechas infundadas. ¿Es que hemos cometido algún delito por ser felices todavía?
Música: Black - Wonderful life