Sabiduría popular: si te pones de alfombra, lo normal es que te pisen. Es importante enseñarle a los niños que, si ellos no se valoran, nadie más lo hará. Valorarse consiste en hacer respetar su opinión y no dejarse llevar siempre por los demás. También supone elegir con quién quieren estar, cómo y cuándo. Pero, eso no significa ignorar a sus familias. Un hijo es como un árbol joven que todavía necesita un par de guías para protegerlo de las inclemencias externas. Si dejamos a los niños a merced de fuerzas que desconocen, como son la sexualidad, la influencia de los medios de comunicación o los intereses comerciales que los persiguen, no podemos luego extrañarnos de que se dejen utilizar, manipular y engañar por cualquiera.
Pero tampoco sirve de mucho meterse a consejero, cuando llevan toda la infancia de sus hijos dejándolos en manos de otras personas y apenas han cruzado con ellos cuatro frases diarias. Un hijo es una inversión a largo plazo que, en cualquier momento, se puede malograr. No se debe bajar nunca la guardia, mientras esté en tus manos. Cuando ya son teóricamente adultos, mayores de edad, no nos quedará más que el papel de sufridores, y entonces comprobaremos si hemos criado una persona o una alfombra. Sin embargo, tampoco es tan fácil, porque la vida también exige sacrificio y, si no se prestan al placer inmediato como los demás, les llamarán reprimidos, aburridos o timoratos. La clave está en que sacrificarse por un fin o por tus seres queridos no denigra a la persona, sino que la ennoblece.
"El que se ensalce será humillado, el que se humille será ensalzado". Mateo 23-12