Tengo un gadchet por ahí que se llama statcounter y me dice el número de visitantes cada día. También me dice quién ha entrado, cómo y cuando y qué páginas ha visto. En otras palabras, tengo un espía en el blog. Algunas páginas no dejan rastro porque vienen por otro camino, pero veo lo suficiente para saber una cosa: aquellos que me han puesto verde en otros blogs, siguen entrando regularmente en el mío. Se podría decir que lo hacen para buscar argumentos sobre los que escribir a la contra. Sin embargo, no creo que sea sólo por eso. Supongo que les dará rabia pensar que en el fondo les sigue gustando este blog, que no pueden evitar estar de acuerdo con la mayor parte de lo que escribo. Y es que, no me extraña, creo que la mayoría de la gente en España, si hablaran con sinceridad, acabarían dándome la razón. La cuestión es que no voy a contracorriente como digo. Voy con la corriente mayoritaria de personas que, sin embargo, nunca lo van a reconocer públicamente porque se avergüenzan de pensar así. Porque les han convencido de que mis ideas son equivocadas e intrínsicamente malvadas.
Sin embargo, la realidad es muy tozuda y antes o después acaba corroborando lo que escribo, cosa que cualquiera medianamente razonable acaba descubriendo con el tiempo. Han tenido que pasar tres años, por ejemplo, para que se empiece a hablar claramente y sin tapujos de la cultura del esfuerzo, de la necesidad de inculcar a nuestros hijos una mentalidad realista que les ayude a valerse por sí mismos el día de mañana. En este momento empezamos la gran batalla por la vida y contra el aborto, que nos costará sangre, sudor y lágrimas, pero no vamos a rendirnos. Sólo espero que dentro de cinco años, tal vez diez, pueda respirar tranquila pensando que hemos conseguido despertar las conciencias y cambiar las ideas preconcebidas sobre este tema. Tal vez entonces también vuelva a regir la sensatez y el sentido común en las relaciones de pareja; todo lo cual se ha estado sacrificando impunemente en el altar de la mal llamada igualdad. Al menos confío en que para entonces se haya recuperado el nivel de parejas estables con hijos que resulta imprescindible para la supervivencia social.
Así que no me extraña que mis "enemigos" sigan entrando. Pero a veces me da una vena sarcástica y me dan ganas de publicar el historial del contador de visitas para que se sepa quiénes son los que me critican de cara a la galería, pero siguen enganchados a este blog. En todo caso, lo que está claro es que no hace daño el que quiere sino el que puede. Para eso hay que tener autoridad moral y es algo que escasea mucho últimamente. Las únicas opiniones que importan son las de los amigos.