Son las dos de la tarde. Aparco el coche cerca del colegio concertado religioso de mis hijas. De pronto, algo me llama la atención. En un pequeño jardín a la derecha hay un árbol frondoso y, a su sombra, una chico y una chica de no más de quince años se están dando un lote impresionante. Alrededor los padres de los alumnos de primaria empiezan a llegar. Dentro de un rato, saldrán todos los niños y pasarán junto a la escena. Reprimo mi deseo de bajarme del coche y llamarles la atención. Al fin y al cabo, yo no les conozco de nada. Me pregunto dónde están sus padres y si se imaginan la situación en que se encuentran ahora las criaturas.
Probablemente sí habrá por allí algunas personas que conocen a los padres de ella o de él. Espero que lleguen a saber de alguna manera el espectáculo gratuito que nos han ofrecido sus hijos. Espero por su bien, que alguien les explique que ésa no es manera de hacer las cosas. Para empezar, se requiere intimidad; en segundo lugar, nunca delante de niños; en tercer lugar, esa imagen quedará para siempre en la memoria de muchos, aunque ellos ni siquiera sigan ya juntos. Es decir, que han arruinado su reputación públicamente y será ya difícil que consigan una relación seria con otras personas del entorno.
Claro que yo no soy su madre, y no me corresponde a mí explicarles esas cosas. También les diría que tienen toda la vida por delante y, por lo tanto, no hace falta quemar etapas a esa velocidad. Realmente daba la impresión de que si no terminaban allí mismo era porque no tenían preservativo, pero poco les faltaba ya. De verdad que no entiendo ese afán de exhibicionismo, o bien esa falta absoluta de autocontrol. Como animalillos sueltos a su aire, así estaban junto al colegio. Cualquier podría haberlos filmado para meter el video en internet. Me pregunto hasta qué punto eso es ahora lo normal entre los adolescentes, y cómo hemos llegado a ese punto.
Me dió mucha lástima, como cuando pillé a los del baño de Macdonalds, y no es por razones morales. Comprendo bien lo que es estar enamorado. Pero cada cosa tiene su momento y lo bonito es ir recorriendo el camino juntos. Entrar en la edad adulta a los catorce, supone que te has perdido el tiempo intermedio. Además un adolescente no está psicológicamente preparado para mantener una relación estable, mucho menos con esa intimidad y todos los riesgos que implica. Así que son carne de cañón para las enfermedades venéreas y el embarazo no deseado, y quien sabe si también un futuro aborto. Todo porque sus padres no se enteraron a tiempo o no quisieron enterarse.