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martes, 6 de abril de 2010

La casta Susana

El otro día leyeron ese texto en misa del Antiguo Testamento, que trata sobre una mujer acusada de adulterio injustamente. Ser casta no es sinónimo de virgen. Yo me considero una mujer casta porque no he estado con más hombres que mi marido. Pero, también practica la castidad aquel que sólo mantiene relaciones sexuales cuando está realmente enamorado; cosa que sólo sucede dos o tres veces como mucho en una vida. Castidad es sinónimo de honradez. Ser casto supone simplemente ser fiel a tu pareja, incluso aunque no la tengas todavía. Así es como se utiliza en la Biblia. De hecho, Susana estaba casada. Así que no tiene ningún sentido ese horror que sienten algunos ante el término; tal vez porque lo identifican con el cinturón de castidad. Lo normal es, o debería ser, permanecer casto durante toda la vida.

Lo contrario de la castidad es la promiscuidad. Se aprecia que una mujer sea casta, simplemente, porque ello garantiza la paternidad de los hijos. Un hombre, cuya pareja ha tenido otros compañeros sexuales antes que él, no puede tener la seguridad de que exista un freno moral que le impida irse con otros después. También para la mujer es una garantía pensar que, si su marido no ha sido un "picaflor" antes, no es probable que empiece a serlo cuando ya tiene pareja estable. Es difícil abandonar las viejas costumbres, y el hombre es un animal de costumbres. La moral tiene poco que hacer cuando la vida se ha convertido ya en una sucesión de experiencias emotivas sin sentido. Por eso, es importante tratar de evitar que los adolescentes caigan en esa espiral. Sin embargo, hoy en día, incluso desde el gobierno, se está fomentando lo contrario.

jueves, 18 de marzo de 2010

Mi tentación

Hay quien piensa que yo no razono lo que escribo, sino que repito una lección bien aprendida. Hay quien cree que los cristianos somos de plástico y no sufrimos tentaciones. No sé ya cómo explicar que las personas somos iguales por dentro, sean cuales sean nuestra ideología o creencias personales. Por supuesto que tengo dudas –y a veces las pongo por escrito-; por supuesto que me siento tentada.

No decimos: líbranos de la tentación. Decimos: no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Porque las tentaciones no son obra de Dios, sino del mal que anida en nuestro interior. No es más valiente el que no tiene miedo, sino el que, teniéndolo, lo supera. No es más fuerte el que no siente nada, sino el que siente todas las emociones (amor, odio, deseo, rencor, ambición...), pero no deja que lo dominen. De otro modo, no tendría realmente ningún mérito.

Sería muy sencillo portarse bien si no hubiera otra opción: ser fiel porque no te atrae nadie, ser honrado porque no tienes posibilidades de engañar; ser amable porque no sabes actuar de otra manera. Pero el ser humano es libre y, generalmente, tiene posibilidad de elegir entre muchas opciones. No se trata de estar siempre por encima del bien y del mal.

Naturalmente, siempre queda la opción de hacer lo que crees correcto y despreocuparte por lo que hacen los demás. Esa sí que es una gran tentación que a mí, personalmente, me persigue cada día. Pero, esa llamada a la comodidad es una de las mayores trampas del mal –que no es precisamente tonto, sino todo lo contrario. “El mal avanza porque las personas buenas no hacen nada para detenerlo”. Y en ese momento dejan de ser buenas.