Mostrando entradas con la etiqueta colegios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta colegios. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de mayo de 2012

Colegios públicos versus concertados

El síndrome de la madrastra de Blancanieves

15.03.2012 |
espejoreinaCuando la madrastra de Blancanieves escuchó, por boca de su espejo mágico, que ya no era la más bella de todas las mujeres, decidió matar a su contrincante, sin hacer ningún intento por recuperar el título.

En resumen, la malvada madrastra decidió que «muerto el perro, se acabó la rabia». En ese país de fantasía debían tener refranes parecidos a los españoles.
Viene esto a cuento del afán que muchos sectores de la izquierda tienen por la eliminación de la enseñanza concertada. Se ponen nerviosísimos cuando se enteran de que abren colegios concertados sin pensar que, si se abren, es porque tienen demanda y que los poderes públicos, si aparcan sectarismos irracionales, están encantados de que los ciudadanos se encuentren satisfechos haciendo uso de unas plazas escolares que salen más baratas y por tanto más rentables para el erario público. Dan a la gente lo que quiere y encima, por menos dinero.

En lugar de preguntarse qué hace a la enseñanza concertada más interesante para los padres, la solución inmediata es que no se abran colegios concertados, sólo públicos: todos  lentejas, las quieran o no. Y como objetivo último, la solución final, la que resuelve el problema que a ellos (no a los demás) les preocupa: la eliminación de la concertada. «Ya que la pública no es la más guapa, eliminamos a la que nos hace sombra y arreglado», se dicen sin mayores análisis: son víctimas del poco conocido pero peligroso «síndrome de la madrastra de Blancanieves».
Sobre la posibilidad de preguntar qué hace más interesante la concertada a los padres, tengo constancia de que muchos de los más activos detractores de la concertada y defensores de la pública (conocidos personales y personajes públicos) tienen a sus hijos en colegios concertados y podrían darnos su interesante punto de vista. De hecho, cuando oigo clamar a estos felices incoherentes por el cierre de los odiados colegios de sus hijos, me pregunto si ya tendrán pensado el centro público al que van a solicitar plaza en caso de que sus exigencias se vean cumplidas. Entre ustedes y yo, he llegado a la conclusión de que, como saben que no es viable y que en el mejor de los casos llevaría muchos años, calculan que para ese entonces sus niños estarán en la universidad. Y los que vengan detrás, que arreen.
Soy profesora en la enseñanza pública, mis hijos estudian en centros públicos y coherentemente soy defensora de la pública. Sin embargo, no quiero que desaparezca la concertada, matar a la que es más guapa: quiero fijarme en lo que hace, en sus recursos de belleza, aprender y ser mejor que ella. La lucha por la enseñanza pública no debe enfocarse desde la desaparición del adversario. Hay que conseguir una enseñanza pública de calidad, que invite a los padres a decantarse por ella para sus hijos, que la valoren como una opción deseable por una mejor capacidad de preparación intelectual a los alumnos, por la implicación de los docentes, por la seriedad y rigurosidad en el cumplimento de su trabajo por parte de los trabajadores, por la atención a los padres, por la pulcritud y neutralidad ideológica de cara a los alumnos…
Pues sí, los defensores de la enseñanza pública, con más recursos económicos, con un profesorado más preparado que accede a través de oposición, quieren matar a Blancanieves sin aprender nada. Yo sí quiero aprender, no quiero matar a quien me supera, sino vencerle en buena lid.
Sin embargo, a veces pienso que el problema del cuento no reside en que Blancanieves fuera más guapa, sino en que tenía juventud y bondad, dos cualidades difíciles de imitar para la madrastra envidiosa y madura… que la enseñanza concertada tiene fe en lo que hace, espíritu de superación e ideales, cosas que la enseñanza pública, con parte de su cuerpo envejecido y lleno de prejuicios y recetas de magia fallidas, tiene difícil epatar. Y poco a poco, quienes quieren hacer algo por la pública, los que tienen fe en su belleza, quieren superarse y tienen ideales, se van ahogando entre prejuicios y recetas de magia fallidas.
Mucho me temo que, aunque matemos a Blancanieves, el verdadero problema no se va a resolver, porque no es ese.
Alicia V. Rubio Calle

 profesionalesetica.org/2012/03/15/el-sindrome-de-la-madrastra-de-blancanieves

lunes, 28 de marzo de 2011

Niños discriminados

No, no me refiero a los gitanos, los musulmanes o los pobres en general. Me refiero a los niños cristianos, aquí, en este país España, con mayoría teórica de católicos. Sin embargo, en los colegios públicos e institutos, los niños católicos practicantes son objeto de burlas y afrentas por parte de sus compañeros. Conozco múltiples testimonios de esto. Por suerte, no sucede lo mismo en los colegios concertados, especialmente si son religiosos. Estuve el otro día en un instituto público. Tenía el hall lleno de carteles contra la discriminación y a favor de la tolerancia: racismo, antisemitismo... No había ningún letrero que recordara a los cristianos perseguidos hasta la muerte en muchos lugares del mundo.

Tampoco había ninguna llamada a la tolerancia hacia los ritos cristianos y quienes los seguimos... Tal vez piensen que no es necesario, pero se equivocan. Incluso en las universidades y el lugares de trabajo, los creyentes son discriminados cada día. No pueden participar en conversaciones, por miedo a ser tachados de fachas, retrógrados o algo peor. Así que se callan y permiten que otras ideas se difundan como el aceite, gracias a su colaboración. Hoy en día es muy duro ser un cristiano practicante. Yo misma me he enfrentado a múltiples ataques y mofas. Pero, al ser una persona anónima, al menos no han afectado a mi familia. Otros muchos no tienen esa suerte. La tolerancia no puede ser privilegio sólo de unos pocos, o pierde todo su sentido.