La última víctima
Javier Montilla es periodista y escritor. Ha sido galardonado con el Premio Fedan de Periodismo 2011.
“Es
imposible detallar cuantas víctimas ha habido en la más cruel de las
dictaduras de Occidente. Son demasiados los que han muerto aniquilados
en las infaustas cárceles del correccional político del cielo de los
parias de la excéntrica izquierda española”.
Suenan las
palabras de una viuda que acaba de perder a su marido en el infierno
cubano y no puedo dejar de turbarme cuando ni siquiera los primeros
rayos del sol despiertan a la ciudad. Tiembla en mi dispositivo móvil la
voz inquebrantable de una viuda a la que los sicarios castristas no le
dejaron ver el cadáver de su marido, al que vilmente han dejado morir,
en nombre de cierta superioridad moral, ese mantra de una izquierda que
cuando no es indigente intelectualmente es totalitaria y asesina. Es el
dolor tremebundo de la viuda de la última víctima del asqueroso régimen
de los Castro que ya dura cincuenta y tres largos años. Sus palabras
resuenan en mis oídos y no puedo dejar de llorar. Y mientras me seco las
lágrimas, no puedo dejar de pensar en Wilman Villar. Es imposible
olvidar cómo fue condenado por un régimen villano a cuatro años de
cárcel por desacato a la autoridad, eufemismo con el que casi siempre se
castiga a los disidentes, aquellos que se juegan la vida por no
comulgar con el tirano de La Habana. Otra víctima más -pienso mientras
me seco las lágrimas-. Nada nuevo. Es imposible detallar cuantas
víctimas ha habido en la más cruel de las dictaduras de Occidente. Son
demasiados los que han muerto aniquilados en las infaustas cárceles del
correccional político del cielo de los parias de la excéntrica izquierda
española.
Y mientras intento dar sorbos a mi taza de
café, Maritza Pelegrino, la viuda, grita con todo el coraje y el dolor
de alguien que ha perdido a su marido con la rabia contenida en su
corazón, mientras narra cómo Contramaestre, el lugar donde su marido
gritó teniendo como una arma de la palabra libertad para Cuba, se ha
echado a la calle, perdiendo el miedo, sufriendo el escarnio y la
detección de los sicarios castristas, siendo maltratados, como
auténticos perros delincuentes. Triste realidad que es el destino para
todos aquellos que osan levantar la voz y la mirada contra la tiranía.
Pero allí estaba ella, desafiando al tiempo y a la crueldad, gritándoles
a todos sin bajar la mirada que eran unos asesinos, que dejaron morir a
un hombre que tenían injustamente en una prisión. Mentes enfermas que
dejaron morir al padre de dos niñas, una de cinco años y otra de siete
años. La dictadura atroz que muchos nos quieren ocultar.
Apago
la radio. Siento que el corazón es un pozo de recuerdos. No puedo
olvidar a Orlando Zapata Tamayo –ese al que el ínclito Toledo, progre
para más señas, definió como delincuente. Me acuerdo de Laura Pollán,
líder de las Damas de Blanco, que agonizó en un hospital antes de que
sus verdugos la dejaran morir como a tantos otros. Me acuerdo de Yoani
Sánchez, esa mártir contemporánea de la libertad en Cuba y símbolo de la
resistencia. Me acuerdo de mi admirada Gina Montaner y su incansable
lucha, de Carlos Alberto Montaner y su defensa sin cuartel por los
derechos humanos. Y me acuerdo de tantos otros, algunos de ellos
anónimos, que han dado su vida por la libertad, que son la viva imagen
de la dignidad en medio de ese muro de la desvergüenza, de esa prisión
paraíso de los progres.
Y siento rabia porque
seguramente Oliver Stone, no hará una película sobre verdaderos héroes
que han dado su vida por la libertad. Y me encrespo, porque no veremos a
Bardenes –matriarca incluida, Toledos, San Juanes y Ana Belenes de
turno salir a la calle a protestar, ni a colapsar la Embajada de Cuba en
Madrid. ¡Qué inocencia la mía! Los derechos humanos sólo los defienden
si les interesan y si les es rentable fotogénica y telegénicamente para
los Goyas, pegatina en mano. Son esos mismos que se negaron a coger
pegatinas por las víctimas del terrorismo. Todo tiene su lógica, el
agit-prop es más importante que la causa de la libertad. Y no tengo
esperanza alguna en que Llamazares, Cayo Lara, Rubalcaba y Chacón -entre
mimitos, cuchillos y zancadillas- se dignen a condenar el asesinato y
la dictadura castrista. Y oiremos el silencio de una parte de la derecha
que comulga patológicamente con el buenismo del castrismo. Y no veremos
a esta izquierda, que se cree más inteligente que nadie, condenar la
única salida que tienen los cubanos: enmudecer, exiliarse o coger una
balsa para morir en el estrecho de Florida. ¿Denunciarán que tres
millones de cubanos viven en el exilio? ¿Esa es la justicia en la que
cree esta izquierda trasnochada, este esperpento con SICAV, esta caterva
que no ha levantado la voz por los derechos humanos en la isla, ni por
las víctimas del terrorismo? ¿Considerará normal esta izquierda lunática
que tan solo dejasen entrar en la funeraria a ocho integrantes de las
Damas de Blanco y a seis opositores a la dictadura, pero que a la hora
de salir el cortejo fúnebre la policía les bloquease y no les permitiese
ir al cementerio, al que solo pudo llegar la familia?
Me
temo que poco le importa a esta izquierda, que sobrevive gracias a la
propaganda, lo que pase en Cuba, su paraíso en la tierra. Para los que
creemos en la libertad sabemos que el cielo, si existe, desde luego está
muy lejos de esa Cuba asesina y criminal. Esa Cuba y esa libertad por
la que Wilman Villar Mendoza dio su vida. No solo por la libertad de la
isla, sino por la causa de la libertad. Es decir, la causa de los que
estamos con los decentes. Esa misma causa que llevó al escritor Reinaldo
Arenas a soñar con que pronto Cuba sería libre. Su muerte, como la de
tantos otros, no fue en vano, como la de Villar Mendoza. Cuba algún día
será libre. Quisiera pensar que ellos ya lo son.
http://blogs.hazteoir.org/opinion/2012/01/23/la-ultima-victima-de-los-castro-por-javier-montilla/