Se habla mucho sobre hacer compatible el trabajo con la familia, pero eso es una utopía. Los niños pequeños tienen la mala costumbre de ponerse enfermos a menudo y, si no se cuenta con abuelos a mano, los padres tienen que faltar a sus trabajos. En un país de baja productividad como España, eso es un handicap más. Un ingeniero o un médico, por ejemplo, no deberían ausentarse de su trabajo de repente. En Alemania, es habitual que las mujeres se cojan varios años de excedencia para ocuparse de sus niños pequeños. De este modo, gana la familia y también gana el trabajo, al contar con alguien estable en cada puesto. Pero resulta que aquí está mal visto dejar el trabajo temporalmente en el caso de las mujeres, por una especie de feminismo mal entendido.
Total, que, porque querer acercarnos a Europa, nos estamos alejando cada vez más; ya que al final en España las parejas tienen que elegir entre el trabajo y los hijos y por eso la baja demografía contribuye a empeorar nuestros problemas económicos a largo plazo. En cambio, en el norte de Europa, existen ayudas económicas considerables para las familias con hijos, que les permiten no trabajar. Sin embargo, la mentalidad progresista que nos invade hace que aquí se vea como natural que los padres tengan que desatender su trabajo, o que lleven a los niños a la guardería desde los cuatro meses, en contra de todo criterio psicológico. Además, también tienen la costumbre de llevarlos incluso cuando están enfermos, de manera que se convierten en fuente de contagio para los demás, cerrándose así un círculo vicioso que sería fácilmente evitable.